En mi espiritualidad de esta y otras épocas pretendo ser un contemplativo en la acción. Voy a contarlo con lo que hago en la rutina de un día de la pandemia de 2020, en nuestra finca de Cogua:
Hacia las 5:30 a.m. me despierto. Después de beber un vaso con agua, abrigarme mejor y encender una vela, leo las lecturas de la misa del día. Luego hago media hora de meditación, de encuentro con el Señor y conmigo mismo. Pongo a hacer el tinto de todos. Enseguida practico en unos 20 minutos el secreto tibetano de eterna juventud y algunos de los movimientos y de la postura mental del Chi King Shaolín. Vuelvo a la cama a tomar tinto con María Ángela. Sigue un rato de lectura juntos, pero cada uno con lo suyo. Escuchamos juntos una Reflexión del Padre Leonidas Ortiz, el mejor predicador que hemos encontrado.
Salgo de la casa un momento para la izada de bandera y apagada de las luces estratégicas de la noche. A las 8:00 a.m. entramos por Facebook Live a la misa de nuestra parroquia de la Inmaculada en Bogotá. Siempre que participo en una misa virtual o presencial concelebro en el momento de la consagración. Luego desayunamos en pareja.
Comienza propiamente la acción: repaso de alemán con unas tres lecciones de Duolingo. Limpieza de la chimenea que usamos la noche anterior y colocación de la leña para otra noche. Unas dos o tres horas de labores artesanales en el taller de carpintería y de reparaciones (me gustaría compartirles el manual de referencia de la última obra: un gallinero móvil, que va dejando el terreno preparado para la huerta) o trabajo en el jardín, la huerta, la pesebrera o los potreros. En el taller oigo música de la Emisora de la Universidad Tadeo Lozano y, por fuera, conciertos de los pájaros de la región. Un tinto a media mañana con galletas. Baño, ropa limpia, almuerzo, caminada con María Ángela después de almuerzo con rezo del rosario.
Siesta y en la tarde labores mentales. Reuniones virtuales, Comités, Consejos, Juntas, estudio, lectura, escritura. He tomado tres talleres acerca de cómo contar una vida. El relato Célibe, que envié el año pasado fue el primero. El segundo fue un texto de mi Vida de Boy Scout. Ahora escribiendo unas Memorias de Filósofo petrolero. Tengo pendientes un capítulo de familia e infancia y un último de abuelo jubilado. También redacto unas notas culturales.
A las 5:00 tomamos el té de Cogua. Y a las 6:00 el rito de arriada de la bandera y prendida de luces estratégicas, con cerrada de puertas.
Después, encendida de chimenea, lectura de los mensajes que no he visto en los recreos, comenzando por los personales y luego los de grupos. Le doy prioridad a los que tienen menos cantidad. El de los amigos de toda la vida, como siempre gana en número, lamentablemente se queda de último y muchas veces para el día siguiente. Luego, cena sencilla y película o serie de Netflix.
Hacia las 10:30 p.m. llega el ritual de acostada. Al apagar la luz rezamos un padre nuestro, un ave maría y un gloria y nos damos el besito de las buenas noches.
Cada semana puede haber una montada a caballo, una práctica de bicicleta y otra de patines, para conservar la musculatura y el equilibrio. Todo esto, “A mayor gloria de Dios”.
Mis datos de Jesuita
Ingresé el 3 de diciembre de 1967 al noviciado de La Ceja. El juniorado lo hice en lo que había sido el internado del colegio San Bartolomé la Merced, con estudios de letras en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana. Pasé a magisterio en el colegio San Pedro Claver de Bucaramanga. Cursé Filosofía en la Javeriana, viviendo un año en tres casas del barrio 11 de noviembre y otro año en la casa jesuita de Chapinero. Obtuve la licenciatura en 1974. Los años de Teología también viví en Chapinero, con clases en las Facultades Eclesiásticas. Obtuve la licenciatura en Teología en 1977. El 31 de julio de 1976 recibí el Diaconado y el Presbiterado el 10 de diciembre del mismo año.
Fui ministro de Juniores y cursé la Maestría en Teología en la Javeriana. El 11 de septiembre de 1979 viajé a Roma para asumir la vicerrectoría y el economato del colegio Pio Latino y para hacer la tesis doctoral en Filosofía en la Gregoriana. El 11 de septiembre de 1984, con la tesis presentada y defendida partí para Salamanca al año de Tercera Probación.
Regresé a Bogotá en marzo de 1985 como profesor de la facultad de filosofía de la Universidad Javeriana y del Seminario Mayor de Bogotá. En 1986 fui decano de medio universitario de la facultad de filosofía de la Javeriana. El 26 de enero de 1987 comencé mi proceso de ampliación al estado laical.
Juan Gregorio Velez
Septiembre 2020
1 Comentario
Me gustó mucho el relato de sus días en pandemia. Gracias