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Comprendiendo por qué el misterio es incomprensible

Por Vicente Alcala
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Comprender lo incomprensible ‒y no es un mero juego de palabras‒ implica desmenuzar el adjetivo incomprensible e identificar sus tres partes: in-com-prensible, pasando de prensible a comprensible para llegar a incomprensible. Y, luego, abordar el misterio de Dios.

Mi traducción o descomposición en sus partes de la palabra in-com-prensible es la siguiente: 

– prensible: es que se puede prender, coger, aprehender, capturar, captar; 

– com-prensible: indica que se capta, a la vez, lo sensible y lo inteligible, lo experimentable y lo entendible, lo concreto y lo abstracto (contenido en lo concreto: por ejemplo, un plato y el concepto de circunferencia al que se llega, se “comprende”, entendiendo la equidistancia del centro a todos los puntos del perímetro de la circunferencia, y que se realiza en ese plato y en todos los objetos “redondos”);

– in-comprensible: aquí se antepone la partícula de negación (in) a lo comprensible, es decir, niega lo comprensible. Incomprensible significa que no puede comprenderse. No significa que sea verdadero o falso, sino que no es comprensible, porque no puede aprehenderse, a la vez, lo experimentable y lo inteligible, por una de estas dos razones: porque no puede captarse algo que no es experimentable (algo que no está sujeto a la experiencia sensitiva humana) o porque no se puede captar, entender, lo que “está detrás” de lo que sí es sensible o experimentable. 

Manifiesto que el misterio de Dios es incomprensible porque implica lo dicho en el primer caso: Dios no es experimentable, no es sensible, no está sujeto a la experiencia sensitiva humana. Por eso, afirmo que es comprensible que Dios es incomprensible.

Expreso que el misterio de un sacramento es incomprensible porque implica lo dicho en el segundo caso: que no se puede comprender lo que “está detrás” de lo sensible o experimentable: hay algo sensible o experimentable, pero no es comprensible (a la sola inteligencia humana, sin la fe en la Revelación) lo que “esconde” esa realidad sensible. 

Por ejemplo, el sacramento de la Eucaristía deja ver el pan y el vino (que son reales y experimentables), pero no es comprensible que en ellos se “esconda” la realidad no experimentable de Jesucristo resucitado. Por eso, decimos que es comprensible que el sacramento de la Eucaristía sea incomprensible. No era tampoco comprensible para los discípulos de Jesús que ese que veían, era el Resucitado. Ni es comprensible la creación misma, escondida tras el mundo creado, que sí es visible y experimentable.   

En un artículo anterior (Preguntas a las breves respuestas a las grandes preguntas) dije que 

“Los principios y leyes de la naturaleza se descubren en la naturaleza y se aplican a ella; no son aplicables a Dios si Dios está por ‘encima’ del universo; causa-efecto no se aplica a Dios; tiempo no se aplica a Dios; espacio no se aplica a Dios; origen no se aplica a Dios; comienzo no se aplica a Dios; creado no se aplica a Dios (…), ninguna de esas nociones ni teorías cobija a Dios; Dios no se supedita a esas categorías ni a esos principios ni a esas leyes, que pertenecen todos a la naturaleza, pero no a Dios, quien es ‘por encima’ o ‘por fuera’ de la naturaleza” 

…, aunque siempre está presente y actuante en la naturaleza. Eso es comprensiblemente incomprensible.

Al hablar de misterios, enumero por lo menos siete de ellos: Dios, la creación, la encarnación de Dios Hijo y la maternidad virginal de María, la resurrección de Jesús, el misterio del pan y del vino eucarísticos ‒como cuerpo y sangre de Jesús resucitado‒, el Espíritu Santo presente y activo en la Iglesia y en el mundo, la realidad de la resurrección y la vida eterna de la humanidad, y la transformación de este mundo en un mundo nuevo.

Estos misterios sobrepasan nuestra sensibilidad y nuestra comprensión.

Comencemos por comprender lo incomprensible del misterio del sacramento de la Eucaristía, pero antes recordemos lo dicho sobre la necesidad de ver lo que no se ve, de entrenarnos en la comprensión de lo no visible, de lo oculto. 

No es comprensible “a simple vista” para nosotros que el pan sea la persona de Jesucristo, ni que el vino sea la sangre del mismo, así como no es comprensible “a simple vista” que Jesús haya resucitado y que viva actualmente presente en nuestra vida y en la vida de la comunidad. 

Tampoco es comprensible, a primera vista, la Antigua Alianza, condicionada, entre Dios y el pueblo de Israel, y que la Nueva Alianza, establecida por medio de Jesucristo, sea incondicionada y universal, de Dios para con toda la humanidad.   

Y no es comprensible a “simple vista” que Dios se nos dé a conocer histórica y comunitariamente…, pero si el ser humano es un ser histórico y comunitario, ¿de qué otra manera podríamos comprender la Revelación de Dios?

El pan que se comparte en la Eucaristía es Jesucristo resucitado, cuya presencia real la comparte para todos los hombres. El vino que se transforma en la Eucaristía es la sangre derramada por Jesucristo, en su pasión y muerte, como medio de salvación del pecado y la muerte y quien, resucitado, comparte para todos los hombres la posibilidad de la redención y la salvación, ofrecida por Dios. El pan y el vino son una realidad sensible; la realidad de Jesucristo resucitado, presente en ellos, no es sensible ni comprensible. 

“Compartir el pan” es el mandato de Jesús, para compartir los bienes de la tierra con los demás y no acapararlos; es compartir su amor salvador con todos los demás, pues la salvación que Él nos consiguió tampoco es para “acapararla” por unos pocos, sino para compartirla con todos.  

El mandato de Jesús de “hacer esto en memoria mía” significa que Él está presente donde dos o más estemos reunidos en su nombre y que Él, resucitado, no es un recuerdo del pasado, sino que es su propia realidad viva y presente, de manera especial en la celebración de la Eucaristía, de la acción de gracias y de la bendición, tradiciones en el pueblo judío, pero renovadas y elevadas por el mismo Jesús.  

Hasta aquí, un intento de ir comprendiendo el misterio de la presencia real de Jesucristo resucitado en el sacramento de la Eucaristía.

Pero habíamos enumerado unos siete misterios, por no mencionarlos todos. Para cada uno de ellos, veamos que es comprensible que sea incomprensible: lo comprensible es que la trascendencia de Dios supere a nuestra comprensión y a las leyes comprendidas por nosotros en la naturaleza; lo comprensible es que sea incomprensible la presencia y acción continua e inmanente de Dios en la creación de la naturaleza evolutiva, así sea comprensible para nosotros el efecto de esa creación: la naturaleza creada. 

Igualmente, es comprensible que sea incomprensible para nosotros la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu) del Dios único y uno. Es comprensible que sea incomprensible para nosotros la realidad de la Encarnación de Dios Hijo y la maternidad virginal de María. Es comprensible que sea incomprensible para nosotros la resurrección de Jesucristo después de su vida mortal, de su pasión y crucifixión. Es comprensible que sea incomprensible para nosotros la realidad misma del Espíritu Santo, aunque comprendamos su acción manifestada en sus dones y en sus frutos. Es comprensible que sea incomprensible para nosotros la realidad de la Iglesia, pecadora y santa, humana y divina a la vez. Es comprensible que sea para nosotros incomprensible la realidad de la resurrección y la vida eterna de la humanidad, y la transformación de este mundo en un mundo nuevo.

He enunciado varios misterios particulares o específicos, pero todos ellos están relacionados e integrados en el mismo y único misterio, el misterio del Dios vivo y amoroso. Es comprensible que el misterio de Dios sea incomprensible; pero es comprensible que el misterio de Dios es real y verdadero, comunicado por Él mismo, históricamente, a la humanidad.

Vicente Alcalá Colacios

Septiembre, 2021

1 comentario
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1 comentario

Hernando+Bernal+A. 1 septiembre, 2021 - 4:44 pm

Hermosa y muy profunda tu reflexión sobre la incomprensibilidad de Dios y la posibilidad que tenemos de comprenderla, especialmente cuando tenemos como base la fe que comunica el espíritu mismo de Dios. Gracias por estas ideas, que en mayor o meno grado nos preparan y posiblemente facilitan para nuestro encuentro con el misterio, que no es algo diferente al mismo Dios. Saludos.

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