Colombia, el país en que me gustaría vivir

Por: Marta Elena Villegas
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Colombia, y su situación, puede ser vista desde varias perspectivas, que este artículo denomina categorías o pluralidad de culturas, y que explican muchas facetas de nuestros comportamientos como colombianos. Si miráramos hacia adentro reconoceríamos las grandiosas personas que estamos llamados a ser y el hermoso país que se nos ha dado.

Si miráramos a Colombia o, más bien, a los colombianos bajo una especie de marco de referencia cultural y tratáramos de identificar los diferentes valores o creencias subyacentes que fundamentan sus motivaciones para actuar, propondría en forma intuitiva o de observación práctica las siguientes cuatro categorías:

Cultura mafiosa: en esta categoría las motivaciones o creencias que subyacen al actuar se presentan en forma de frases o imperativos tales como “sálvese quien pueda”, “tener es poder”, “mi interés particular y el de mi familia o clan son lo único que importa”, “el vivo vive del bobo” y “si yo no tomo el atajo, otro lo hará”.

Cultura de las víctimas: las frases o imperativos de esta categoría serían: “si no se es víctima, se es victimario”; “llegó la hora de reconocer nuestros derechos”; “restitución de bienes y compensaciones es lo que merecemos”; “en el ADN de Colombia está la violencia”; “los derechos de las víctimas y minorías son los que importan”; “ejercer presión y violencia son prácticas apenas normales para obtener reconocimiento”; “el hambre y la falta de oportunidades justifican la violencia”; “los ricos (o los ‘otros’) son expoliadores de lo público y de lo privado”; “los ricos (o los ‘otros’) son los que tienen que pagar por la destrucción o construcción”.

Cultura de los emprendedores: en esta categoría cabrían frases como “cada uno obtiene lo que le corresponde a su trabajo y méritos”, “la educación y el trabajo son claves para progresar”, “la propiedad privada debe respetarse y hacerse respetar”, “la violencia se justifica para defenderse y defender la propiedad privada y la pública”, “las instituciones tienen el papel de proteger/mantener el sistema” y “la democracia favorece el diálogo y la participación”.

Cultura del cuidado, derechos humanos y medio ambiente: las frases o imperativos de esta categoría serían estos: “los recursos naturales son valiosos y necesarios, hay que cuidarlos”; “los animales y seres vivos tienen derechos que hay que proteger”; “hay que escuchar e incluir a las minorías”; “los derechos de las minorías y de las víctimas son lo primero”; “hay que disminuir la inequidad”; “la corrupción es un mal que debe exterminarse”; “el camino es la cooperación”, y “todos somos parte de la solución y todos tenemos obligaciones”.

Grosso modo, estas serían las categorías y sus premisas o creencias subyacentes que podrían explicar mucho nuestro comportamiento como colombianos. Si bien, categorizar simplifica y no es exhaustivo, lo cierto es que cada uno de nosotros obra de acuerdo con creencias de una o varias de esas categorías. Actuamos muchas veces dándole preponderancia a valores preferentemente individualistas y otros más colectivistas. Pero más allá de esto, lo que vemos es una traza de tendencia al conflicto y a la violencia que se “autojustifica”, bien sea en pro de corregir una injusticia o defenderse de un ataque. 

Vemos cómo en Colombia ‒en el discurso o narrativa dominante‒ nunca han estado presentes temas como la no-violencia o el bien común. Los líderes a escala nacional e incluso nosotros como ciudadanos, no hemos enfatizado o acordado imperativos de convivencia como el respeto, la empatía, el diálogo y la no-violencia. 

En una sociedad como la nuestra y ante unas circunstancias de alta desconfianza en las instituciones y líderes de todo tipo, agravadas por una pandemia que ha afectado la salud y economía de millones de hogares, con motivaciones fundadas en el “sálvese quien pueda” y “lo que importa es mi bienestar”, esto solo puede desembocar en zozobra, malestar, violencia, despojo y caos social. 

¡Por eso hay que parar ya, descubrir nuestros ojos y destapar los oídos! Volver a nuestro interior, escuchar nuestro corazón, nuestros valores esenciales y reconocer el maravilloso país que se nos ha dado, lo que hemos construido hasta ahora, y revisar y hacer un plan de acción sobre lo que deseamos como país y la manera como queremos vivir todos.

Pero antes que hacer una lista de proyectos y frentes de acción en una escala de tiempo, propongo hacer un pare, acordar y ensayar cómo nos sentiríamos en un país donde el respeto, la empatía, la no-violencia, el diálogo y el bien común fueran las creencias/valores que fundamentaran todas nuestras decisiones y acciones como personas, como familias, como comunidades, como regiones, como país. 

En consecuencia, no sé si entonces seríamos un país más rico o con mejores indicadores de desarrollo, pero lo que sí sé es que sería un país donde me gustaría vivir, porque al final del día sabría que al salir a la calle y desarrollar mis sueños me encontraría con personas que me escucharían, me respetarían, en fin, me sentiría en un ambiente de confianza. 

Creo que eso sería lo necesario para mi impulso vital y el de muchos otros. Ese es el “impacto de onda” en el que creo y que busco generar cada día. 

Y tú, ¿en qué país te gustaría vivir?

Marta Elena Villegas L.

Agosto, 2021

7 Comentarios

Dario Gamboa 4 agosto, 2021 - 6:49 am

Me encantó tu artículo Marta Elena. Una radiografía de nuestras actitudes comunes en las cuales nos encasillamos y un llamado urgente a los valores fundamentales del respeto, el bien común y la convivencia y la empatía entre todos. Que plan tan positivo y realista al que nos invitas! Mil gracias!!!

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MartaElena+Andrade 4 agosto, 2021 - 7:43 am

Excelente artículo, mil gracias. Un abrazo

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Hernando+Bernal+A. 4 agosto, 2021 - 12:27 pm

Maravillosa radiografía de los sectores sociales y sus configuraciones valorativas. Expresa un deseo, una necesidad y la posibilidad de crear una conciencia común para enfrentar nuestros problemas. Muchas gracias. Saludos.

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Leonor Tamayo M 4 agosto, 2021 - 3:17 pm

Grandes verdades, que ponen el dedo en la llaga, y mueven a la reflexión, felicitaciones Martica, espero que muchos nos animamos a tener una actitud menos egocéntrica e individualista, para cambiar hacia una cultura más solidaria y misericordiosa.

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Gabriel y Stella Diiaz 8 agosto, 2021 - 11:19 pm

Marthica excelente articulo. Abrazos Gabriel y Stella Diaz

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Estella Pereira 9 agosto, 2021 - 11:03 am

Martica me gusto mucho este artículo. Gracias por ponernos a pensar personalmente y como líderes transformadoras de sociedad, la verdad es imperativo buscar transformar nuestra cultura hacia el respeto, la empatía, la no-violencia, el diálogo y el bien común …tal como lo dices ..,valores imprescindibles para un país donde pensamos que vivimos felices …

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María Gladys Salazar Garcés 10 agosto, 2021 - 5:17 pm

Mi querida Marta Elena: te agradezco la reflexión que nos compartes. Muy útil estar volviendo una y otra vez sobre esa necesidad de sentir que toda la humanidad es una y que cada uno de nosotros conforma esa totalidad humana, en un solo cuerpo, en el cual reconocemos al otro reconociéndonos a nosotros mismos.
Amémonos, vivamos para nosotros y para los otros, sin egoismos, sin infulas de ningún tipo, estén cerca o estén distantes, recordando siempre que a este mundo llegamos todos de la misma manera y tal cual lo dejaremos.

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