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¿En qué creo hoy?

Hace poco, en varias tertulias virtuales de exjesuitas, fuimos testigos de la enorme riqueza y diversidad vivencial de dar testimonio de lo que creemos, sobre lo que para algunos es la espiritualidad. Si fue tan rico y diverso entre 35 personas, abrimos el blog para recibir de usted sus vivencias.

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Los evangelistas nos hacen presenciar una escena tejida con dramatismo en la cual se ha sustentado por siglos, la creencia fundamental de la fe cristiana que proclama que Jesucristo resucitó de entre los muertos.

A la pregunta de cuál libro se llevarían a una isla en caso de que los confinaran en ella, no pocos escritores y lectores asiduos responden que se llevarían la Biblia. Unos añaden que es el libro más hermoso, literariamente hablando, y otros, sustentándose en la fe, dicen que es el más sublime. 

Uno entiende las respuestas porque los libros significan un mundo, un espacio de realidad intangible en el cual se realiza un encuentro vital, mediante palabras, con quien las escribió. Ya sea que se trate de palabras escritas ayer, -hace unos días-, como sucede con las columnas de prensa, una crónica periodística, o que se trate de la lectura de un libro escrito en tiempos remotos. 

Como si fuera un misterio, si es que no lo es, al leer un texto de Platón, escrito cinco siglos antes de nuestra era, uno percibe que está hablando con el autor de uno de los más bellos libros sobre el amor que es El Banquete. Las palabras tienen vidas milenarias, estén talladas en una piedra de Mesopotamia, en forma de jeroglíficos egipcios que gracias a la Piedra de Rosetta podemos descifrar, en un junco de un antiguo río como bellamente lo describió Irene Vallejo, o en incunables “más recientes” de cuando Gutenberg inventó la imprenta, finalizando el siglo XV. 

En todo caso, la palabra hace presente lo que asumíamos ya ausente: la guerra de las Galias de Julio César, los viajes de Marco Polo a la China. Los relatos del Nuevo Testamento reviven lo que el cristianismo celebra el domingo de Pascua que es de Resurrección. 

Los evangelistas narran que al tercer día de muerto Jesucristo, María Magdalena y otras Marías fueron a la tumba con aromas para embalsamar su cuerpo pero se asustaron cuando vieron que la piedra que cubría la entrada estaba rodada y mucho más cuando un joven sentado adentro les dijo que el Crucificado ya no estaba ahí. 

Los evangelistas nos hacen presenciar una escena tejida con dramatismo en la que se ha sustentado por siglos la creencia fundamental de la fe cristiana que proclama que Jesucristo resucitó de entre los muertos. La narración es para el lector, creyente o no, -pieza literaria sólo o relato de fe-, una forma de presenciar con palabras lo que aconteció. 

No es poco decir en términos de conectarnos por medio del lenguaje con hechos sorprendentes aunque intangibles, porque no podemos verificarlos, pero que nos hacen sentir que los presenciamos cuando los estamos leyendo. Es el misterio de la lectura. Para el cristiano es el misterio de la resurrección. Tan ininteligible para la razón, tan decisivo para afirmar la fe del que cree. 

Jesus Ferro

Abril, 2023

Publicado en El Heraldo, de Barranquilla.

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La vida está hecha de momentos: unos gratos, otros no tanto, otros amables, jocosos, alegres, y otros tristes. Pienso que compartir estos momentos con los amigos de toda la vida nos permite conocernos mejor y que los lazos de amistad se estrechen y se fortalezcan. Quiero narrar algunos de esos momentos sucedidos en sitios y fechas distintas. Ustedes los entenderán, comprenderán y los juzgarán. Si se ríen con ellos, mejor para todos.

Un presidente en toalla, furioso, y yo “totiado” de la risa.

Eran los años 90. Ya no recuerdo el año exacto, pudo ser 1993, en que me pasó esto que les narro y que fue supremamente divertido. Como gerente de programación de RCN TELEVISIÓN, era parte de mi trabajo estar bien informado sobre las nuevas producciones que llegarían a Colombia uno o dos años más tarde: series, películas y nuevos programas de televisión, especialmente gringos. Con juicio y método, leía y sistematizaba la información pertinente con anticipación y eso nos permitía negociar con los productores y dueños de los derechos, antes que cualquiera de nuestros competidores colombianos. En eso éramos los primeros. Nadie nos ganó. Era también la época en que nuestras producciones nacionales comenzaban a tener aceptación entre los canales y programadoras latinoamericanas. María, La Vorágine, La Casa de las dos Palmas… Casi siempre viajaba a las ferias en las que se compraban y vendían las nuevas series, películas y programas de televisión, con el presidente de la empresa, un gran amigo. Esta vez la cita era en Los Ángeles, en el mes de abril-mayo. 

En uno de los pisos del elegante hotel Century Plaza, ubicado sobre la Avenida de las Estrellas, habíamos alquilado una suite de dos cuartos separados por una puerta, cada uno con teléfono, minibar y salita de reuniones. En uno de ellos se alojaba el presidente de la empresa y en el otro habíamos colgado los afiches de nuestras producciones, lo habíamos dotado con una pantalla grande para exhibir nuestras producciones y entregar a los clientes potenciales los folletos y materiales publicitarios correspondientes. Yo dormía en una habitación individual en otro piso del hotel. 

Esa noche, al llegar de cenar con unos clientes, casi a la medianoche, estábamos agotados. Mi amigo el presidente me preguntó sobre la agenda del día siguiente y le recordé que desayunaríamos con el dueño de los derechos de una excelente producción sobre la cual ya había pedido prioridad para nuestra empresa. No podíamos retrasarnos. Como él era dormilón, me pidió que lo despertara a las 7 en punto advirtiéndome que insistiera en mi llamada hasta que él me respondiera, para estar seguros de que cumpliríamos la cita. Nos despedimos y cada uno se fue a dormir. Llamé a la recepción y pedí que me despertaran a las 6 y 30. 

A la mañana siguiente, luego de bañarme y vestirme, estuve listo para nuestra cita y, a las 7 en punto, llamé a mi jefe a su habitación. Ring…, ring…, ring…, ring… Nadie me respondió y colgué. 

– Quizás estaba muy cansado, más que yo, y a lo mejor no me escuchó-, pensé.  

Marqué entonces el otro número de la suite. Ring…, ring…, ring… Nuevamente, nadie me respondió y colgué.

 – ¡No puede ser! Algo está pasando…  

Marqué nuevamente el primer número. Ring…, ring…, ring… ring… Nadie me respondió. 

Colgué, tomé las llaves de la habitación y decidí bajar a la suite, pues a lo mejor algo le había sucedido a Samuel, que así se llamaba mi jefe. El ascensor estaba en frente de mi cuarto, pulsé el botón y la puerta se abrió inmediatamente. Bajé al piso 8º donde estaba la suite 8-24, caminé rápidamente por el corredor y toqué la puerta. Samuel abrió cubriéndose malamente con una toalla pequeña y con un claro gesto de disgusto en su rostro. Samuel era un llanero alto, recio, gordito y normalmente buena persona.

  • ¿Qué te pasó? – Samuel. ¿Por qué estás bravo? 
  • ¡Que un hijue… me está mamando gallo! Alguien llamó a la suite del televisor, me despertó y brinqué por encima de la cama, pensando que era un comprador… Cuando llegué a responder, ya habían colgado. Entonces sonó el teléfono de mi cuarto. Corrí a responder y cuando levanté el teléfono ya habían colgado y, después, volvió a sonar el teléfono de la suite, corrí y otra vez, el hijue… volvió a colgar!

Comprendiendo en un segundo toda la escena anterior, me figuré a mi jefe, gordito y “en pelota”, brincando de un lado para otro y tratando de llegar infructuosamente a responder mis llamadas. Miré a Samuel que estaba “muerto de la piedra”, descalzo y apretando la toalla para cubrir su cintura. Sin poderme contener, estallé en risas y me tuve que sentar en la entrada de la habitación, literalmente “totiao de la risa”. 

  • ¿Por qué se ríe, hijue…? Arengó Samuel.

Cuando pude tomar aire y calmarme un poco, expliqué:

  • ¡¡¡Era yo!!! Jajajajajaja… Llamé a este número y nadie me respondió. Colgué y entonces marqué al otro teléfono; esperé y tampoco: nadie me respondió. Volví a marcar y nadie… jajajajaj… jajaja…

La risa no me dejaba respirar… ¡Me imaginaba a Samuel, todo afanado porque de pronto perdíamos un negocio y volando en cueros por encima de la cama para responder al teléfono!

Cuando Samuel entendió también lo que había pasado, se sentó a reír también sobre la cama y poco a poco nos fuimos calmando… Le expliqué que ya estaba preocupado por no obtener respuesta y que, por eso, bajé a despertarlo en persona y volvimos a reír, como los dos buenos amigos que siempre fuimos.

Llegamos a nuestra cita a tiempo, riéndonos todavía y compramos la serie. “La bella y la bestia” de Republic Pictures. La producción fue un éxito los domingos en la tarde. Y el momento se quedó en nuestra memoria para siempre. ¡Qué tiempo tan feliz!, verdaderamente.

Bernardo Nieto

Abril, 2023

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El giro lento de un caleidoscopio nos va presentando una abundancia de formas con diversas representaciones y colores deslumbrantes.

Me permito compartir con ustedes el aporte de dos personajes y de un viaje en un tobogán lento que me ha llevado a vivir mi vida con imaginarios radicalmente diversos y fascinantes: mi abuelita, el señor Stanley Applegate y un viaje.

Mi abuelita.

El año 1955 entré a estudiar 5º de primaria al recién inaugurado Colegio San Luis Gonzaga de los jesuitas en Manizales. Era un niño de una familia católica profundamente practicante, juicioso, miembro de la Congregación Mariana, servicial y bien presentado. Es decir, me ajustaba a cabalidad al perfil de reclutable, según el prediseño elaborado por los jesuitas para inducir candidatos que pudieran engrosar las filas de su organización religiosa. Allí entró a jugar un papel muy importante el padre Gonzalo Ortiz, jesuita, quien me hablaba maravillas del Seminario Menor de El Mortiño, en el municipio de Zipaquirá, y de una finca encantadora llamada Patasía. Poco a poco me fue calando la ilusión de irme para el Seminario pero, a pesar de mi insistencia, mi papá no me dejaba ir porque no tenía plata para pagar la pensión, que era entonces de $ 120 mensuales…hasta que un día mi abuelita me dijo: “mijito dígale a su papá que yo le pago la pensión para que pueda irse al Seminario”.

No sabes abuelita, aún hoy, a los ochenta años, lo agradecido que estoy contigo porque con el empujón que me diste y siendo aún un niño, marché feliz al Seminario en donde disfruté 16 años en la Compañía de Jesús en un mundo alucinante, embelesado con las costumbres del siglo XVI como la disciplina, los azotes y el cilicio; con una formación humanista de carácter greco romano; equipándonos fuertemente para salvar almas del malvado Lucifer, bajo el liderazgo de Jesucristo el Salvador, y en donde coseché, a granel, amigos increíbles para toda la vida. 

Ciertamente viví en la Compañía de Jesús a plenitud en medio de un imaginario rígido, altruista y vigorizante.

Stanley Applegate.

Ya habían transcurrido casi tres lustros desde mi entrada al Seminario Menor y en ese entretiempo había terminado mi bachillerato, vivido dos años de formación religiosa en el Noviciado y completado la carrera de Filosofía y Letras. 

Luego vinieron dos años de trabajo en el Instituto Mayor Campesino de Buga, un bachillerato para jóvenes campesinos del suroccidente de Colombia donde, además de los estudios clásicos se les preparaba en los temas relacionados con las organizaciones agrarias, con el fin de mejorar la situación del campesinado: cooperativismo, sindicalismo, Juntas de Acción Comunal. 

Fueron dos años fascinantes de inmersión en la realidad rural de país. Seguía entonces la parte final de mi formación sacerdotal que eran los estudios de teología y me encontraba en la contradicción de si seguir o no en la Compañía de Jesús. Por un lado, mi carrera jesuítica estaba atrancada y cuestionada, ya que me habían negado el paso a estudiar teología, lo que significaba un frenón súbito y una cuasi sentencia de despido.  

Por otro lado, la experiencia de trabajo en el Instituto Mayor Campesino me llevaba a fantasear para convertirme en un sacerdote que podría encauzar las reivindicaciones de los pobres del sector rural, bajo la tutela no de Cristo Rey, ni del Buen Pastor, sino del Cristo liberador de los pobres. Y a decir verdad, también me daba pánico, a los 26 años, salir a enfrentarme a un mundo laboral sin herramientas profesionales, ya que tenía un título universitario en filosofía y letras y yo no era, ni filósofo ni literato. 

Stanley Applegate era entonces el Agregado Cultural de la Embajada Americana, de quien me hice muy amigo pues era una persona muy sensible a la problemática social y también nos cooperó logística y financieramente en varios proyectos del Instituto Mayor Campesino. Un día de desconsuelo, hablando con él, le comenté la encrucijada en que me encontraba, el conflicto vivencial con el que luchaba. “Silvio -me dijo- no te preocupes, tómate tu tiempo” y abriendo un cajón de su escritorio continuó: “yo te puedo asignar una beca para que estudies lo que desees en cualquier parte del mundo”.   

Stanley, también contigo estoy muy agradecido porque me enseñaste que en los momentos adversos hay que buscarle, en forma creativa, la comba al palo y además, porque me brindaste la oportunidad de empezar a conocer otros mundos. Indagué entonces alternativas de Magister y al final me decidí por Economía Agrícola que me serviría, tanto si continuaba en la orden religiosa o si me retiraba de ella. Ilusionado me embarqué entonces para la Universidad de Wisconsin, en donde inicié un proceso de inmersión en un mundo extraño y arisco, lo cual rápidamente inclinó la balanza para que me retirara de la Compañía de Jesús. 

Un cúmulo de situaciones diversas me plantearon la oportunidad de cambiar radicalmente de imaginario, lo cual hice de forma apacible. 

Viaje lento en un tobogán. 

Imagínense el reto para un joven que había nacido en un pueblo rural, en los años cuarenta del siglo pasado y luego se había enclaustrado por 15 años en una vida monástica, aterrizar de repente en un país extraño, vivir solo en una universidad catalogada como revolucionaria en los años 70 y sin apoyo institucional religioso. 

Aunque mi vida ha sido relativamente tranquila, sin altibajos bruscos, mientras adelantaba los estudios del Magister sentía que iba en un tobogán lento, a campo traviesa, abrumado por un mundo desarrollado, multicultural, multirracial y con comportamientos extraños y bajaba pausadamente de una nube celestial cuestionando costumbres, creencias, mitos y ritos que me habían acompañado por décadas, e iba dejando atrás, a la vera del camino. 

Desde que estaba en la Compañía de Jesús ya venía con interrogantes internos no resueltos, como la injusticia irracional de la existencia de un infierno y pensaba apesadumbrado en Judas Iscariote que en más de 1.900 años no había saldado la cuenta de una trasgresión de la cual recibió 30 denarios y de la que seguiría pagando eternamente. Asimismo, el libre albedrío me parecía, un juego de dados cargados en el que cara gana dios y sello pierden los humanos y para terminar la aversión de oír en confesión, actividad que no encuadra con mi personalidad, y a la que me resistía a ejercer, si hubiera sido ordenado como sacerdote.

Mis primeras relaciones sexuales no fueron fruto del amor, ni de la pasión, ni del deseo de tener hijos; fueron el producto de una amistad tranquila, placentera y continua, amistad que después de décadas perdura y con ella y su esposo aún hoy en día tomamos vacaciones juntos, con mi esposa. Esa primera relación derrumbó, como un castillo de naipes, la sórdida, impúdica y escabrosa conceptualización que tenía sobre la sexualidad. De igual manera, hace 55 años empecé una relación con un amigo y tanto él como dos de mis hermanas pronto manifestaron abiertamente su homosexualidad. Cómo se desinflan automáticamente las preconcepciones atávicas e irracionales cuando situaciones como éstas se conviven con un amigo leal y con hermanas de la misma sangre y cuando el cariño profundo e inquisitivo descubre injusticias divinamente justificadas.

Ahora me encuentro en un llanito en el cual la inmensa mayoría de las creencias y ritos de mi pasado monacal como la transformación del pan y del agua en cuerpo y sangre, el bautizo, el pecado, la virgen María etc., etc.… me han dejado o me he ido desprendiendo de ellos sin traumatismos. Soy un hombre con pocas certidumbres, veo que en el proceso evolutivo de humanización que vivimos podemos decidir respetarnos más individual y colectivamente y alcanzar una mayor equidad social.  Me imagino que no existe la reencarnación, ni tampoco otra vida y que la mía culminará felizmente con la muerte. He sido una persona privilegiada en todos los escenarios en que he trasegado y añoro poder planear mi muerte sin tristezas, sin dolores ni demoras y con una ceremonia de agradecimiento, en donde pueda expresar mi gratitud sincera al entorno, a mis amigos y a mi familia.

Mi vida laboral, en una multinacional norteamericana, me llevó a vivir en cuatro países y a atender profesionalmente las oficinas de ocho países de habla hispana y portuguesa, en Europa y en América Latina a donde viajé continuamente. Y como complemento, siendo un caminante-lector curioso he visitado y leído sobre las costumbres, creencias, comportamientos sociales y económicos de los 42 países por los que he peregrinado. Como consecuencia, a los casi ochenta años de caminar, me queda la fascinación y la seducción ocasionadas por los diversos, heterogéneos y complejos imaginarios del espléndido caleidoscopio humano. 

Silvio Zuluaga

Abril, 2023

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El comité de editores del blog publica esta contribución de Vicente Alcalá en la sección “En qué creo hoy” como testimonio personal de la propia fe del autor. En ese contexto, hay que entender el “nosotros” como referencia al género humano en general.

Tres misterios, tres realidades, tres relaciones. Tres caras del mismo Dios verdadero. La creación nos habla, especialmente, del Padre; la Encarnación nos habla, especialmente, del Hijo y la Resurrección nos habla, especialmente, del Espíritu Santo. 

Para nosotros (“quoad nos”, dirían los antiguos) se trata de tres momentos y podemos entenderlos, cada uno de ellos, como una relación especial o personalizada.

Para Dios mismo (“quoad SE”) podemos entender que no existe esa distinción, pues no hay momentos para Dios, no hay tiempo en Dios. Las tres relaciones también se refieren a nosotros, porque la realidad de Dios es unitaria y la Trinidad es identidad.

Dije dos veces que podemos “entender” y eso es mucho decir. Entender es una manera de expresar lo que alcanzamos a conocer de Dios por su misma revelación. El misterio de Dios es incomprensible para nosotros, no podemos comprenderlo, abarcarlo o captarlo, pero comprendemos los efectos de la acción de Dios, gracias a que Él quiere dárnoslos a conocer. 

Hablamos de tres Personas verdaderas y un solo Dios verdadero. Todas son palabras nuestras y todas las podemos usar de manera analógica al referirnos a Dios; “analógica” quiere decir de manera parecida, de manera parcialmente igual y al mismo tiempo diferente. Las palabras son nuestras, pero la realidad significada por ellas es de Dios y revelada a nosotros por Dios: Padre, Hijo y Espíritu.

Persona es una palabra que utilizamos al referirnos al ser humano; no le decimos persona a un perro ni a un primate. Entendemos la Biblia cuando expresa que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza… y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó” (Génesis, cp.I, 26-27). Somos los hombres los que decimos “a imagen y semejanza de Dios” y, realmente, entendemos que Dios -como persona- ama, conoce, decide y actúa voluntariamente, pero no lo hace como el ser humano, sino como Él es.  

Deberíamos añadir que la persona es un ser que se relaciona, y podemos entender las tres Personas en Dios, como tres formas de relacionarse con nosotros o, más exactamente, tres formas como entendemos que Dios se relaciona con nosotros. 

Cuando decimos Dios Padre, entendemos la cualidad de dar la vida, de amar, de cuidar… y por eso podemos entender la Creación como la relación de Dios con nosotros y especialmente la relación de Dios Padre con nosotros. La creación es un misterio y no podemos comprenderla, pero el efecto de la creación -lo creado- sí podemos verlo, comprenderlo y afirmarlo: es el mundo y somos cada uno de nosotros.

Esta cualidad y nombre de Padre, la conocemos por Jesucristo quien nos dijo que nos cuida: “Así serán hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol… y hace llover” (Evangelio de Mateo, cp. 5, 45). De manera correlativa, Jesús nos enseñó a relacionarnos con Él: “Padre nuestro…” (Evangelio de Mato cp. 6, 9). También nos dijo que nos creó: “La Palabra era Dios…todo existió por medio de ella y sin ella nada existió” (Juan cp.1, 1-3). E igualmente, nos dijo que nos ama: “Dios es amor… y tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera sino tenga vida eterna… para que el mundo se salve por medio de él” (1ª Carta de Juan cp. 4, 8 y Evangelio de Juan cp. 3, 16-17). 

Y esas palabras, no sólo nos hacen conocer a Dios como Padre creador, sino que también nos revelan el segundo misterio que enumeramos al comenzar: la Encarnación del Hijo. “Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad” (Evangelio de Juan cp. 1, 1 y 14). Así pues, Dios Hijo se relaciona con nosotros, es la encarnación de Dios hecho hombre, para que los hombres lleguemos a ser hijos de Dios. La encarnación es un misterio y no podemos comprenderla, pero el efecto de la encarnación lo conocemos: es Jesucristo, Dios hecho hombre y nacido de María. 

En tercer lugar, ¿cómo es la relación del Espíritu Santo con nosotros? El Espíritu de Dios no puede separarse del Padre y del Hijo; se revela con ellos en Jesucristo, pero tiene su manera propia de revelarse. Jesús, aunque lleno del Espíritu y no obrando sino por él, apenas, sin embargo, si lo menciona. Lo manifiesta con todos sus gestos, pero mientras vive entre nosotros no puede mostrarlo como distinto de él. Para que el Espíritu sea derramado y reconocido, es preciso que Jesús se vaya. Cuando Jesús resucita, se reconocerá quien es el Espíritu y que viene de él. Jesús había prometido al Espíritu: “El Espíritu Santo que enviará mi Padre en mi nombre, les enseñará todo” (Evangelio de Juan cp.14, 26), y una vez muerto y resucitado, hace a la Iglesia don de su Espíritu. 

Esta relación del Espíritu de Dios con nosotros es una realidad desde la creación: “El Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas” (Génesis, cp.1, 2)“ pero es después de la Resurreción de Jesús que el Espíritu continúa la obra del Hijo. Jesús resucitado dijo a los discípulos: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes. Al decirles esto sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo” (Evangelio de Juan cp.20, 21-22). La resurrección es un misterio que no podemos comprender, pero un efecto de ella es la presencia del Espíritu de Jesús resucitado, en la Iglesia y el mundo. 

La creación es el “tiempo” de Dios Padre, la vida de Jesús de Nazaret es el “tiempo” de Dios Hijo, la vida de la Iglesia es el “tiempo” de Dios Espíritu Santo.    

Creación, Encarnación y Resurrección son las tres verdades fundamentales de la fe cristiana universal. Son las tres formas de relación de Dios con nosotros que entendemos como relación creadora del Padre, relación redentora del Hijo, relación vivificadora del Espíritu. 

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No hay duda de que soy un privilegiado. Nací en una familia en donde los hijos eran una fortuna y un tesoro añorado. Tuve lo que todo niño debería tener: comida, abrigo, juguetes y cariño; padres llenos de ternura, abuelitos alcahuetas y hermanos juguetones y peleones y, además y por supuesto, las fábulas y las ilusiones correteaban por todos los rincones de las casonas que habitamos. 

Hace 66 años, cuando frisaba los 12, en medio de la inocencia infantil de aquellas épocas, entré al Seminario Menor de los jesuitas y empecé a sumergirme en un mundo fascinante donde conocí a los amigos de toda la vida, con quienes todavía comparto momentos inolvidables. Corrí con entusiasmo por campos verdes, por quebradas cristalinas y durante 17 años crecí dentro de una burbuja fascinante, cuando pensábamos que iríamos a salvar al mundo del pecado mientras nos dedicábamos desinteresadamente a ayudar al prójimo. Era algo de otro mundo.

Con el tiempo y con tranquilidad me fui escabullando y apartando de aquella vida bucólica y encontré unos horizontes fascinantes, como fueron la competencia y el amor. Me encantaron los trabajos que disfruté por cerca de 50 años, los cuales adelanté con pasión y siempre colaborando. Competía con fruición e innovación. ¡Qué tiempos tan agradables fueron aquellas jornadas productivas, viviendo en escenarios multiculturales en Colombia, México, Estados Unidos y Brasil! No solo fue un goce continuo trabajar por medio siglo, sino que con ello la familia disfrutó de un nivel de vida placentero, confortable y lleno de ilusiones. Finalmente, este período me permitió acopiar los recursos financieros para una vejez apacible, lo cual considero, además, otra faceta de mi vida llena de privilegios.

Luego apareció la bondad de Kathy, mi primera esposa, con quien transitamos sendas inusitadas y descubrimos parajes espléndidos y nos regalamos dos muchachos, Marc y David, quienes son nuestra alegría, acompañados por sus cómplices compañeras y sus hijos, nuestros nietos. El mundo del amor, de la convivencia, de la planeación de aventuras, de la búsqueda de nuevas fronteras nos mantenían ocupados y felices hasta que se nos fue agotando el amor mutuo.

Ahora bien, con Ro, mi segunda esposa, nos conocimos cuando ya ambos teníamos cuantiosos recuerdos en las mochilas y cada uno había trasegado por senderos diferentes. Ella llegaba con Silvia, su hija, quien después nos daría tres nuevos nietos y a su esposo. Ro, festiva y sensible, llega a la edad de la jubilación, la cual vivimos apoyándonos mutuamente y aventurando por doquier. Tenemos una afición especial y es la de visitar a nuestros hijos en Estados Unidos y en Suiza cada año y a renglón seguido nos escabullimos a otras culturas, a saborear cocinas diversas, a dejarnos sorprender por encantos naturales y sofisticados, tanto en Colombia como en más de los 30 países que hasta ahora hemos visitado juntos. 

¡Cómo no sentirme privilegiado con mi familia de nacimiento, con mis papás y hermanos, con los amigos de toda la vida, con mis dos esposas, hijos y nietos, con mis amigos y trabajos, que se han entrecruzado aleatoriamente, para generar un entramado de vivencias energizantes y positivas que se han convertido en una vida henchida de privilegios!

Ahora bien, mirando por el retrovisor los pasos vividos en estos 78 años me encuentro con un mundo extraño. Mi entrada a la Compañía de Jesús parece haber sido el producto de la metodología de búsqueda de personas con un perfil muy definido por parte de los jesuitas y la identificación de un niño juicioso en el seno de una familia de clase media católica-practicante. Con toda sinceridad les comento que nunca oí o sentí ese llamado explícito de Dios, llamado vocación, aunque eso sí, viví pleno en la compañía de Jesús.

 El Cristo que me llamaba la atención no era el Buen Pastor, ni el Cristo Rey, sino el Cristo de los pobres, figura que también se desvaneció con el pasar de los acontecimientos. A los 17 años hice votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia, sin percatarme muy bien de lo que hacía. Por ejemplo, nunca me imaginé que el voto de pobreza era tener comida, abrigo, estudios, vejez y vacaciones seguras y de excelente nivel, a diferencia de las afugias, tensiones y limitaciones de quienes no habían profesado el voto de pobreza. Asimismo, las exigencias del voto de castidad y de obediencia iban apareciendo poco y se iban asimilando con naturalidad, entusiasmo y con la fortaleza que nos daban los ideales para los cuales nos estábamos formando. 

Del seminario menor pasé al noviciado, luego el estudio de filosofía y letras y después dos años de trabajo en las obras de la Compañía de Jesús. El último peldaño era estudiar teología para culminar con el sacerdocio. En ese momento se interpuso el padre Provincial para negarme la entrada al teologado. Al ver cerrada esa puerta le solicité al Provincial que me dejara estudiar economía, profesión que nunca he ejercido. 

Coincidencialmente, el agregado cultural de la embajada de Estados Unidos me ofreció una beca para optar a un magister en economía en el exterior y pude viajar por una carambola a cuatro o cinco bandas, debido a una pelea encarnizada entre el padre Provincial, que no quería dejarme ir, y mi padre espiritual, que reemplazó al Provincial por un mes y me facilitó la salida del país en forma apresurada ‒y diría que furtiva‒ a la Universidad de St. Louis en Estados Unidos para estudiar inglés. 

Después de tres meses de inmersión viajé al Departamento de Estado en Washington para reclamar la beca como era lo acordado y para gran sorpresa mía me dijeron que había habido un malentendido con el Icetex y que ahora ellos debían asignar las becas. Era preciso, entonces, hacer una llamada urgente al recién nombrado director del Icetex y hablar con el nuevo director, Augusto Franco. Increíble, pero cierto: Augusto había sido profesor mío en quinto de primaria en el colegio San Luis en Manizales. Quedé admirado al saber que se acordaba de mí y me aseguró que él se encargarìa del proceso, que no me preocupara, lo cual cumplió cabalmente. No sé si calificar esta situación como caótica o resultado del azar; ciertamente, estaba fuera de todo proceso racional de planeación. La inmersión en una cultura diferente, el inglés y el magister abrieron, sin planearlo, horizontes inesperados. 

El matrimonio con Kathy fue planeado para toda la vida y no resultó así. Mirando hacia atrás, de nuevo la obediencia, la castidad y el proceso de generar y administrar recursos económicos me parecieron más fáciles de cumplir dentro del ámbito de la Compañía de Jesús que fuera de ella y eso no sé si se debió a la diferencia de edad o al enclaustramiento e imaginarios potentes que manejábamos como religiosos.

El inicio de mi vida laboral fue azaroso y tortuoso. Dos veces fui despedido de mi trabajo, aunque me encontraba muy a gusto en ambas empresas. Llegué a Estados Unidos en la recesión de 1982 y la dificultad de encontrar trabajo me llevó a aplicar como vendedor de seguros de vida puerta a puerta, profesión que se catalogaba como la de mayor deserción laboral en Estados Unidos. En esa empresa llegué a vicepresidente comercial para las subsidiarias de MetLife ubicadas en América Latina, España y Portugal. 

Ya en edad de jubilación regresé a Colombia y coincidí en una reunión con César Vallejo, compañero exjesuita y rector de la Universidad Autónoma de Manizales quien me ofreció el trabajo de mi vida, en donde laboré hasta los 75 años cumplidos. Se trataba de coordinar un programa por medio del cual todos los estudiantes de todas las carreras universitarias se vinculaban a proyectos de paz y desarrollo en los municipios del Eje Cafetero durante un semestre completo. Un gran proceso de formación para los estudiantes y mucha huella en las instituciones y en las gentes de los municipios, veredas y resguardos indígenas del país. Disfruté esta época laboral como ninguna otra.

Como ven, la ejecución de lo poco que he planeado en mi vida ha resultado en logros diferentes a las metas originales. El azar ha jugado un papel preponderante en mi camino, lo mismo que la agilidad para responder a la cotidianidad del caos y la rapidez para usufructuar las oportunidades inesperadas. Los productos, por supuesto, han sido admirables: una niñez de ensueño; una juventud bucólica; una edad adulta energizante y amorosa, y una vejez saludable, confortable, amando y siendo amado y, por supuesto, plena de alternativas. Es patente que en todas las sendas en donde me he aventurado el azar, la casualidad y el caos han jugado un papel definitivo. 

Por eso, considero que el manejo adecuado del caos y del azar son indispensables en la vida, pero tampoco suficientes para garantizar el éxito. Reflexionando alrededor en cada instancia de mi vida, me he preguntado una y otra vez: ¿por qué he sido tan afortunado y por qué un número tan significativo de personas no ha sido tan privilegiado como yo? Sé que vivo en un mundo inequitativo e injusto. La realidad es un bicho extravagante, extraño e inexplicable, pero sin duda alguna la he disfrutado inmensamente en cada uno de sus estadios y, sin saber por qué, me ha beneficiado de manera desproporcionada.

Silvio Zuluaga

Diciembre, 2022

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Este ejercicio de preguntarnos cuáles son los grandes aprendizajes logrados durante los años que tenemos de vida y cuál es el legado que queremos dejar a quienes nos recuerden, ha sido un verdadero examen de conciencia sobre lo que es valioso y fundamental en mi vida. Aquí resumo ambos: los aprendizajes y el legado.

Lo fundamental en la vida es el amor  

He experimentado el amor verdadero, el que me han entregado y también he podido dar. Es un amor que me lleva a aceptar a otros y a ser aceptado como soy, con mis valores, cualidades y defectos. Es la experiencia de ser acogido, respetado y amado, y de poder hacer lo mismo, recíprocamente. Cuando de niño me decían, “chiquitín asqueroso”, en realidad lo decían con una sonrisa para indicarme que aceptaban mis pilatunas y mis picardías, lo que era yo. Nunca me he sentido rechazado en los grupos en donde he estado o a los que he pertenecido, con excepción, quizá, de alguna persona a la que, en su momento, tuve cómo responderle. Crecí en un hogar lleno de amor y en todas partes he podido replicar lo que recibí. He podido dar amor, amor de verdad. Las personas que están junto a mí sienten que las quiero, efectiva, afectivamente y sin restricciones, sin intereses, sin esperar nada a cambio. Sin amor, la vida es una desgracia. He visto a muchas personas sin amor, completamente desgraciadas.

Servir  

¿Para qué sirvo? Aquí estoy y lo hago con mucho gusto. Servir a los que me necesitan en cuanto puedo y en lo que puedo me produce gran alegría y me hace sentir bien. Sin embargo, por ser “buena persona” y porque era hábil, muchas veces me eché encima las cruces de otros, me sobrecargué con los trabajos de otros y tuve un duro surmenage. Como parte de mi recuperación tuve que aprender a decir ¡no! Hay cruces de otros que no puedo y no debo cargar yo. Cuando aprendí a decir no, con serenidad, claridad y firmeza, sentí una liberación profunda. 

Ser decente y honrado

Uno tiene que ser decente y buena persona con la gente. Que no tenga que inventar excusas para salirse de una reunión ni tampoco presentarse con cara de ogro para que le den la entrada. Ser decente es no traicionar ni decir cosas o actuar contra una persona a sus espaldas. ¡Ser leal! Esto me ha producido grandes satisfacciones. Gracias a que me enseñaron a decir la verdad, pude ser siempre una persona de confianza. 

El gozo en mi vida

Es algo que quiero conservar hasta el final de mis días. Me río como un niño con los chistes bobos y eso me hace feliz. Con los pequeños entro fácilmente en conversación, nos ponemos al mismo nivel y nos reímos francamente. Me sucede eso en donde esté. En Alemania, ¡me entienden los juegos y chistes, los más chiquitos! Los niños se sorprenden y quedan intrigados, por ejemplo, cuando les digo que tenemos once dedos y no diez: “mira: diez, nueve, ocho, siete, seis… y cinco, ¡once!”. ¡Y los niños quedan genuinamente confundidos, inquietos e intrigados! Ellos saben que no es verdad, pero no saben decirme por qué. Entonces les digo: “mañana tienes que preguntar a tu profesora por qué…  Que ella te lo explique”. El gozo en la vida es importantísimo. No podemos ser unas personas amargadas. Hay que “tomarle el pelo a la vida”. Hay que aprender a bailar en la calle, sin ninguna vergüenza. Hay que sentir y disfrutar de la alegría, con sencillez, aunque a algunos les parezca ridículo. ¡No saben de lo que se pierden! La timidez se me fue hace mucho rato.

Soy el dueño de mi destino

Yo soy el constructor de mi destino. Nadie más. Con este medio ambiente en el que me tocó crecer, con estos amigos que hoy tengo frente a mí, con mis padres, con mi familia, con lo poco o mucho que poseo, soy el responsable de mi destino. Nadie puede decidir por mí. No creo en astrólogos, en cartomancia, en agoreros. Lo que haga hoy y mañana, lo decido yo y, por tanto, soy el responsable absoluto de mis actos. Es lo que aprendí estudiando el capítulo del valor y la responsabilidad ética en Insight, el libro de Bernard Lonergan. Nuestro profesor, Jaime Barrera Parra, me ayudó a entender esto, a vivirlo y me cambió la vida. Cuando lo experimenté como una vivencia gracias a mi compañero Goyo Vélez, con quien compartí profundamente esta vivencia durante un año, tomé la decisión serena de retirarme de la Compañía de Jesús. Soy consciente, soy inteligente, soy responsable y yo decido por mí. Y me gozo la vida. Y es una maravilla.

Estoy de paso

Tengo la plena conciencia de ser pasajero. Estoy aquí de paso y, por lo tanto, no me amarro a nada. La vida hay que enfrentarla así. Porque somos pasajeros, no me aferro a nada. Todo se acaba, aun lo más bello. Por lo tanto, hay que gozar lo bello. Prefiero ir a contemplar obras bellas, la grandeza de una catedral gótica del siglo XIII, que ir a comprar cachivaches que no sirven para nada.

Tengo conciencia de estar permanentemente en la presencia de Dios 

Me siento en presencia de Dios siempre. Procuro hacer examen de conciencia a cada rato. ¿Cómo voy, cómo estoy? Sin meterle fanatismo. Eso ya es algo connatural en mí. 

Quiero estar conectado en mi corazón con todos los que me aman 

En todo momento, por ejemplo, siento a Federico, a mi hijo y a mi nuera en Berlín. A Sergio Andrés en Bogotá, a María Angélica en Holanda… Y hoy, aquí con ustedes, mis amigos queridos. Me conecto con quienes amo. 

Hay que hacer el bien

¿Cómo quiero que me recuerde la gente cuando me vaya? Tengo que hacer el bien si quiero que la gente me recuerde como una persona bondadosa. ¿Cuál sería mi epitafio? Que otros lo escriban. 

¿Qué es lo fundamental en mi vida? 

¿Por qué y para qué estoy aquí en esta vida? ¿Cuál es la ruta y para dónde voy? El “principio y fundamento” de san Ignacio de Loyola es una formidable guía para mi vida. Todo es relativo y se supedita a lo fundamental. Eso me da una libertad interior maravillosa. Estoy listo para partir, aunque me duela y aunque tenga que dejar lo más bello. Estoy decidido a acompañar con mi vida a Myriam y a mis hijos que son mi núcleo fundamental y mi responsabilidad en esta vida. Y quiero darme el gusto de hacer solo aquello que embellezca mi vida y evitar todo lo que la degrade. Estoy aquí para amar, servir y hacer el bien

Bernardo Nieto Sotomayor

Agosto, 2022

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La educación popular, a la que he dedicado muchos años y energía, la considero un aprendizaje de vida.

Le he dedicado mi vida a la educación, pero con un énfasis especial en la educación de adultos, entendida además como educación de las gentes, es decir, educación popular. 

Respeto profundamente la educación académica orientada a la excelencia de las personas, al fortalecimiento de las competencias y conocimientos en cada individuo y a la apertura de posibilidades para competir y triunfar en la vida, que ha sido la educación que recibimos y que hemos transmitido a nuestros hijos y nietos. Esta educación es y ha sido importantísima para la configuración de las sociedades modernas, pero tiene la característica de ser “exclusivista”. 

El concepto de educación popular que yo he practicado y defendido trata precisamente de superar este exclusivismo, para abrir oportunidades de educación a todos aquellos adultos – o sea, una gran mayoría– que infortunadamente no tuvieron la oportunidad de transitar por el camino de la excelencia y la exclusión en la época de su niñez. Por esa razón la educación popular goza de la característica de ser abierta –es decir, para todos sin exclusión–; de ser para la vida –es decir, orientada a la solución inmediata de los problemas que padecen grandes sectores populares– y de llegar a todos en los lugares más alejados –es decir, de ser masiva– entendiendo por esto la cobertura general de las gentes que conforman una nación. 

Posiblemente para muchos de ustedes estos planteamientos sobre el direccionamiento educativo son encomiables o por lo menos aceptables. Pero en el contexto de la intelectualidad existe una actitud negativa, posiblemente no consciente ni verificable, por parte de muchos sectores de la sociedad, en contra de este posicionamiento filosófico sobre las características y potencialidades de la educación popular de adultos. 

Para muchos, un pueblo educado no es un pueblo manipulable y sería por lo tanto mejor dejarlo sin educación “y no gastar pólvora en gallinazos”. Así lo reconocen algunos políticos, algunos oligarcas plutócratas, algunos dictadores, muchos revolucionarios de pacotilla, algunos predicadores y hasta algunos obispos. 

Y también para los maestros y educadores tradicionales este tipo de educación no corresponde a los grandes y científicos pronunciamientos teóricos y filosóficos que defienden y sustentan la escolaridad y la pedagogía, y que dan base a las estructuras burocráticas de los ministerios de Educación.  Por lo tanto, no la consideran ni la aceptan como educación, en el sentido estricto de la palabra. Y si posiblemente tengan razón, deberíamos entonces entenderla como “aculturación” o acción cultural. 

Creo que mi paso por la existencia terrenal se ha caracterizado por haber sido coherente y dedicado a poner en funcionamiento y realizar en la práctica estos principios de la educación popular –entendida como Educación Fundamental Integral; en el caso mío, de los campesinos adultos– , y si se diera el caso fortuito y no deseado de ser parte de alguna recordación, me gustaría que fuera solo en razón de esta tarea realizada a conciencia, con reconocimiento de sus limitaciones sociológicas,  metodológicas y políticas, y con perseverancia a lo largo y en todas las circunstancias de mi vida.

Hernando Bernal A.

Agosto, 2022

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A la altura de mis 78 años de deambular por la vida, he acumulado algunas lecciones que pueden ser útiles a quienes lean estas líneas, porque es probable que les sean familiares, pues han vivido experiencias similares y pueden sentirse validados en dichas lecciones que quisieran compartir con las generaciones que vienen detrás de nosotros.

Voy a expresar lecciones de vida, agrupadas en grandes áreas que me permiten incluir varios aprendizajes dentro las mismas.

El trabajo

El trabajo me enseñó a escuchar el punto de vista del otro para comprender su realidad, su marco de referencia, sus valores, sus creencias. Este contexto lo aprendí para tenerlo en cuenta al dirigirme a ellos.

La escucha me sirvió para adaptar mi presentación de los conceptos que quería compartirles a su nivel de comprensión, en especial con la gente del campo o de barrios de invasión. Siempre descubrí que sabían mucho del tema, pero en su lenguaje sencillo sin conceptualización teórica, como la que yo pretendía compartir.

Aprendí que en el trabajo uno se realiza como profesional o se esclaviza como asalariado.

Haber encontrado qué quería hacer como profesional me permitió encontrar el tipo de trabajo donde pude desplegar mi potencial creativo. Aprendí a amarlo antes que verme obligado a trabajar en lo que no me llenaba. Aprendí a vivir las horas de trabajo con la pasión de quien es consciente de que está aportando al bienestar de aquellos a quienes les daba mis horas de esfuerzo y mis conocimientos. 

Aprendí a amar a las personas beneficiadas, precisamente porque descubrí su valor individual y colectivo, y aprendí a desarrollar unos lazos de amistad con quienes compartía las labores antes que sostener una relación de jefe y empleado obediente.

La familia

La esposa y los hijos son los más valiosos tesoros que la vida puede regalarnos. Apreciarlos en esa dimensión es rescatar la mayor alegría que puede experimentarse, porque cada uno es un mundo por descubrir, un diamante por pulir, una extensión de quien soy. Ellos se convierten en la más poderosa razón del esfuerzo diario para ir al trabajo, lo que me permitió darles lo necesario para que se convirtieran en las personas de bien que hoy son y que me enorgullecen al verlos triunfar.

La convivencia prolongada con mi esposa me permitió entender y poner en práctica que podía confiar en ella como administradora de nuestros bienes, mucho mejor de lo que yo podía hacerlo. Eso nos permitió tener el modesto retiro que nos cubre nuestras necesidades básicas. El acuerdo mutuo de quien hace qué en el hogar es básico para la armonía de la pareja.

Los nietos son el deleite en esta etapa de la vida. Mantenerse vivo y saludable es poder disfrutarlos día a día, viéndolos pasar de una etapa a la otra, y contribuyendo a su crecimiento con la experiencia adquirida cuando participé en la crianza de mis hijos.

Mi cuerpo

Es el producto de lo que como y del cuidado que le brindo. Si le doy comida chatarra, muy pronto se oxida y comienza a desmoronarse. Darme el gusto de comer de todo, sin discernimiento de lo que no me conviene, es garantía de que sufriré múltiples achaques.

Si no hago ejercicio diario, suficiente para activar vigorosamente la circulación, me expongo a que algún órgano comience a tener fallas de funcionamiento. No dormir lo suficiente es privar a mi cuerpo de renovarse lo suficiente para funcionar óptimamente al día siguiente.

Soy naturalmente multimillonario: la perfección de mi interioridad es un himno a mi riqueza. Tengo trillones de células para mantener todos los órganos funcionando y trillones de conexiones neuronales para producir ideas geniales y hasta chistes banales. Tengo múltiples sistemas autónomos que me permiten vivir diariamente sin tener que preocuparme de su funcionamiento, como los sistemas circulatorio, respiratorio, linfático, hormonal y digestivo…, y los otros que me mantienen funcionando día a día mientras los cuide.

Recordar cada día este tesoro de mi cuerpo me arranca un himno de gratitud al Creador que me lo regaló diseñado extraordinariamente, sin yo haber hecho nada para merecerlo antes de nacer.

Mi mente

De todas las potencialidades que poseemos, la más excelsa es la mente y su capacidad creativa imparable. Creatividad que me asemeja al Creador en su infinita capacidad de creación del planeta en que vivimos, del universo en el cual nadamos acompañados por trillones de estrellas y galaxias.

Mi consciencia y autoconsciencia

Mi consciencia me permite descubrir la identidad de quien soy en lo más profundo de mi ser y mi autoconciencia me permite aprehenderme como un yo único e irrepetible. Este don y regalo de mi existencia es un tesoro que no tiene precio y que me permite descubrirme como un espíritu encarnado que vive una experiencia temporal.

Descubrir mi esencia como espíritu creado es aprender la dimensión de temporalidad que me permite revelar la meta de llegada después de mi transición espacio-temporal.

Desarrollo personal

 Quien no tiene un plan de acción, no sabe hacia dónde va. Esta lección, si se aprende temprano, permite diseñar e implementar un presente y un futuro pleno que uno mismo dirige y no es el que le “toca” vivir por no diseñarlo. Plan de acción que debe tenerse especialmente en el retiro, para que este corone el esfuerzo de toda una vida. 

El éxito consiste en vivir el presente con pasión. Quien vive un presente porque tiene que vivir lo que las circunstancias le impusieron, no vive su presente con la pasión creativa que es capaz de expresarse cuando hay esa pasión.

Sin vida interior solo se vive para el exterior. El que mucho se disipa, no logra descubrir su propia riqueza interior. Esta requiere momentos de silencio y encuentro consigo mismo para iluminar dónde se encuentra en el camino de la vida.

 La felicidad no es una meta: es un estado de ser. Quien vive afanado por alcanzar la felicidad fuera de sí mismo se pierde en la búsqueda, porque la felicidad es un estado de ser, no el afanarse por acumular un montón de cosas perecederas, imposibles de dar paz interior.

Sanar el pasado, vivir el presente en libertad y el futuro como posibilidad. El pasado se sana cuando se tiene el coraje de perdonar. Quien alberga un resentimiento toda la vida, este termina carcomiendo el espíritu y algún órgano del cuerpo, mientras que el ofensor ni siquiera se ha percatado del daño que ha causado. Vivir el presente, consciente de que es el único momento real que puede aprehenderse, es agarrarlo en toda su potencialidad.

El pasado no es recuperable y muchas veces inmodificable del posible impacto que haya tenido en nuestra psique. El futuro es incierto e imposible de predecir con certeza. La angustia por ese futuro que no ha llegado hace más daño que enfrentar lo que venga con el optimismo y seguridad personal de que se puede manejar y construir algo nuevo con él. Cuando se es consciente de esta perspectiva se obtiene uno de los medios de mayor productividad en el momento presente y en la construcción de un futuro.

Relación con el planeta y con los demás

El planeta Tierra es mi verdadero país. Descubrir que la madre Tierra es el verdadero país donde todos vivimos es adquirir la responsabilidad, respeto y el cuidado que este único país necesita de cada uno de nosotros. Si destruimos el planeta nos quedamos sin casa terrenal. Se nos otorgó la Tierra en fideicomiso para nuestra administración equilibrada y responsable, no para su explotación inmisericorde, como si los recursos que nos ofrece fueran ilimitados.

Si nuestras relaciones con los demás no son respetuosas, cordiales, y sinceras no se construye el mundo donde nos respetamos y nos apoyamos para avanzar en nuestra evolución interior. Cada uno de nosotros tiene una dignidad esencial como criatura creada a imagen y semejanza del Creador. Reconocer esta nobleza es crear la posibilidad de una paz familiar, comunitaria, regional, de país e incluso internacional.

Dios es el norte y guia

Para mí, Dios es el pilar fundamental donde encuentro el origen de mi existencia y la meta de mi realización personal. Sin la consciente presencia de Dios en mi vida interior me encontraría como bote perdido en el mar de la duda, sin vela, sin motor, sin brújula de orientación.

Certeza de que me ha creado a su “imagen y semejanza”. Esta certeza me da la medida de mi grandeza personal, así como la nobleza de todos y cada uno de los que existimos en el planeta. Creado “a su imagen y semejanza”, pues tengo en mí una impronta de divinidad que constituye la misma esencia de quien soy. Esta esencia se expresa a plenitud cuando me reconozco un amante natural de Dios, pues por amor y en amor me moldeó “a su imagen y semejanza”.

Esta certeza me revela la nobleza de la que estoy hecho y me permite acoger al otro como uno que ha sido creado de la misma manera, lo que me estimula a respetarlo y amarlo cuando tenga el honor y el privilegio de conocerlo.

Mi relación con el Creador define el sentido de mi vida. Tener esa conciencia de semejanza del Dios que me creó por amor y en amor, gratuitamente, me ofrece la perspectiva de trascendencia a la cual estoy llamado, pues vivir a conciencia con esa imagen y semejanza es tener una chispa de inmortalidad que es la herencia con que he nacido a la existencia.

A Dios se le conoce por muchos caminos válidos que debemos respetar. Todos los que nos acompañan en el peregrinar por la vida pueden tener un contacto diferente con el Creador, distinto al mío. Esto es motivo de alegría, no de contradicción o de pelea, como si mi camino fuera superior al de ellos o más correcto. 

Todos vivimos la vida en diferentes niveles de experiencia que orientan y determinan cómo se da esa relación con el Creador. Nuestra tarea es respetar esa experiencia y esos caminos.

Venimos como ‘prisioneros de la vida’ y nos vamos como ‘peregrinos de la existencia’. La experiencia profunda de mi dimensión trascendental me da la certeza de que la meta última de esta experiencia temporal es la llegada al paraíso, que es estar en la presencia de Dios, fuera de la dimensión espacio-temporal. para seguir el desarrollo de mi espiritualidad en una continuidad inmortal. De ahí que vivo con un himno diario de agradecimiento a Aquel que me regaló la existencia como el más preciado tesoro que cualquier amante de Dios puede recibir.

Agradecimiento porque dicho regalo fue gratuito y sin tener ningún mérito de mi parte como condición para aparecer en esta dimensión, pero más agradecido porque este regalo es para seguir existiendo en la inmortalidad que le da a mi experiencia temporal una dimensión que no tengo suficientes palabras para agradecer todos los días. 

Reynaldo Pareja

Agosto, 2022

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A la altura de mis 78 años de deambular por la vida, he acumulado algunas lecciones que pueden ser útiles a quienes lean estas líneas, porque es probable que les sean familiares, pues han vivido experiencias similares y pueden sentirse validados en dichas lecciones que quisieran compartir con las generaciones que vienen detrás de nosotros.

Voy a expresar lecciones de vida, agrupadas en grandes áreas que me permiten incluir varios aprendizajes dentro las mismas.

El trabajo

El trabajo me enseñó a escuchar el punto de vista del otro para comprender su realidad, su marco de referencia, sus valores, sus creencias. Este contexto lo aprendí para tenerlo en cuenta al dirigirme a ellos.

La escucha me sirvió para adaptar mi presentación de los conceptos que quería compartirles a su nivel de comprensión, en especial con la gente del campo o de barrios de invasión. Siempre descubrí que sabían mucho del tema, pero en su lenguaje sencillo sin conceptualización teórica, como la que yo pretendía compartir.

Aprendí que en el trabajo uno se realiza como profesional o se esclaviza como asalariado.

Haber encontrado qué quería hacer como profesional me permitió encontrar el tipo de trabajo donde pude desplegar mi potencial creativo. Aprendí a amarlo antes que verme obligado a trabajar en lo que no me llenaba. Aprendí a vivir las horas de trabajo con la pasión de quien es consciente de que está aportando al bienestar de aquellos a quienes les daba mis horas de esfuerzo y mis conocimientos. 

Aprendí a amar a las personas beneficiadas, precisamente porque descubrí su valor individual y colectivo, y aprendí a desarrollar unos lazos de amistad con quienes compartía las labores antes que sostener una relación de jefe y empleado obediente.

La familia

La esposa y los hijos son los más valiosos tesoros que la vida puede regalarnos. Apreciarlos en esa dimensión es rescatar la mayor alegría que puede experimentarse, porque cada uno es un mundo por descubrir, un diamante por pulir, una extensión de quien soy. Ellos se convierten en la más poderosa razón del esfuerzo diario para ir al trabajo, lo que me permitió darles lo necesario para que se convirtieran en las personas de bien que hoy son y que me enorgullecen al verlos triunfar.

La convivencia prolongada con mi esposa me permitió entender y poner en práctica que podía confiar en ella como administradora de nuestros bienes, mucho mejor de lo que yo podía hacerlo. Eso nos permitió tener el modesto retiro que nos cubre nuestras necesidades básicas. El acuerdo mutuo de quien hace qué en el hogar es básico para la armonía de la pareja.

Los nietos son el deleite en esta etapa de la vida. Mantenerse vivo y saludable es poder disfrutarlos día a día, viéndolos pasar de una etapa a la otra, y contribuyendo a su crecimiento con la experiencia adquirida cuando participé en la crianza de mis hijos.

Mi cuerpo

Es el producto de lo que como y del cuidado que le brindo. Si le doy comida chatarra, muy pronto se oxida y comienza a desmoronarse. Darme el gusto de comer de todo, sin discernimiento de lo que no me conviene, es garantía de que sufriré múltiples achaques.

Si no hago ejercicio diario, suficiente para activar vigorosamente la circulación, me expongo a que algún órgano comience a tener fallas de funcionamiento. No dormir lo suficiente es privar a mi cuerpo de renovarse lo suficiente para funcionar óptimamente al día siguiente.

Soy naturalmente multimillonario: la perfección de mi interioridad es un himno a mi riqueza. Tengo trillones de células para mantener todos los órganos funcionando y trillones de conexiones neuronales para producir ideas geniales y hasta chistes banales. Tengo múltiples sistemas autónomos que me permiten vivir diariamente sin tener que preocuparme de su funcionamiento, como los sistemas circulatorio, respiratorio, linfático, hormonal y digestivo…, y los otros que me mantienen funcionando día a día mientras los cuide.

Recordar cada día este tesoro de mi cuerpo me arranca un himno de gratitud al Creador que me lo regaló diseñado extraordinariamente, sin yo haber hecho nada para merecerlo antes de nacer.

Mi mente

De todas las potencialidades que poseemos, la más excelsa es la mente y su capacidad creativa imparable. Creatividad que me asemeja al Creador en su infinita capacidad de creación del planeta en que vivimos, del universo en el cual nadamos acompañados por trillones de estrellas y galaxias.

Mi consciencia y autoconsciencia

Mi consciencia me permite descubrir la identidad de quien soy en lo más profundo de mi ser y mi autoconciencia me permite aprehenderme como un yo único e irrepetible. Este don y regalo de mi existencia es un tesoro que no tiene precio y que me permite descubrirme como un espíritu encarnado que vive una experiencia temporal.

Descubrir mi esencia como espíritu creado es aprender la dimensión de temporalidad que me permite revelar la meta de llegada después de mi transición espacio-temporal.

Desarrollo personal

 Quien no tiene un plan de acción, no sabe hacia dónde va. Esta lección, si se aprende temprano, permite diseñar e implementar un presente y un futuro pleno que uno mismo dirige y no es el que le “toca” vivir por no diseñarlo. Plan de acción que debe tenerse especialmente en el retiro, para que este corone el esfuerzo de toda una vida. 

El éxito consiste en vivir el presente con pasión. Quien vive un presente porque tiene que vivir lo que las circunstancias le impusieron, no vive su presente con la pasión creativa que es capaz de expresarse cuando hay esa pasión.

Sin vida interior solo se vive para el exterior. El que mucho se disipa, no logra descubrir su propia riqueza interior. Esta requiere momentos de silencio y encuentro consigo mismo para iluminar dónde se encuentra en el camino de la vida.

 La felicidad no es una meta: es un estado de ser. Quien vive afanado por alcanzar la felicidad fuera de sí mismo se pierde en la búsqueda, porque la felicidad es un estado de ser, no el afanarse por acumular un montón de cosas perecederas, imposibles de dar paz interior.

Sanar el pasado, vivir el presente en libertad y el futuro como posibilidad. El pasado se sana cuando se tiene el coraje de perdonar. Quien alberga un resentimiento toda la vida, este termina carcomiendo el espíritu y algún órgano del cuerpo, mientras que el ofensor ni siquiera se ha percatado del daño que ha causado. Vivir el presente, consciente de que es el único momento real que puede aprehenderse, es agarrarlo en toda su potencialidad.

El pasado no es recuperable y muchas veces inmodificable del posible impacto que haya tenido en nuestra psique. El futuro es incierto e imposible de predecir con certeza. La angustia por ese futuro que no ha llegado hace más daño que enfrentar lo que venga con el optimismo y seguridad personal de que se puede manejar y construir algo nuevo con él. Cuando se es consciente de esta perspectiva se obtiene uno de los medios de mayor productividad en el momento presente y en la construcción de un futuro.

Relación con el planeta y con los demás

El planeta Tierra es mi verdadero país. Descubrir que la madre Tierra es el verdadero país donde todos vivimos es adquirir la responsabilidad, respeto y el cuidado que este único país necesita de cada uno de nosotros. Si destruimos el planeta nos quedamos sin casa terrenal. Se nos otorgó la Tierra en fideicomiso para nuestra administración equilibrada y responsable, no para su explotación inmisericorde, como si los recursos que nos ofrece fueran ilimitados.

Si nuestras relaciones con los demás no son respetuosas, cordiales, y sinceras no se construye el mundo donde nos respetamos y nos apoyamos para avanzar en nuestra evolución interior. Cada uno de nosotros tiene una dignidad esencial como criatura creada a imagen y semejanza del Creador. Reconocer esta nobleza es crear la posibilidad de una paz familiar, comunitaria, regional, de país e incluso internacional.

Dios es el norte y guia

Para mí, Dios es el pilar fundamental donde encuentro el origen de mi existencia y la meta de mi realización personal. Sin la consciente presencia de Dios en mi vida interior me encontraría como bote perdido en el mar de la duda, sin vela, sin motor, sin brújula de orientación.

Certeza de que me ha creado a su “imagen y semejanza”. Esta certeza me da la medida de mi grandeza personal, así como la nobleza de todos y cada uno de los que existimos en el planeta. Creado “a su imagen y semejanza”, pues tengo en mí una impronta de divinidad que constituye la misma esencia de quien soy. Esta esencia se expresa a plenitud cuando me reconozco un amante natural de Dios, pues por amor y en amor me moldeó “a su imagen y semejanza”.

Esta certeza me revela la nobleza de la que estoy hecho y me permite acoger al otro como uno que ha sido creado de la misma manera, lo que me estimula a respetarlo y amarlo cuando tenga el honor y el privilegio de conocerlo.

Mi relación con el Creador define el sentido de mi vida. Tener esa conciencia de semejanza del Dios que me creó por amor y en amor, gratuitamente, me ofrece la perspectiva de trascendencia a la cual estoy llamado, pues vivir a conciencia con esa imagen y semejanza es tener una chispa de inmortalidad que es la herencia con que he nacido a la existencia.

A Dios se le conoce por muchos caminos válidos que debemos respetar. Todos los que nos acompañan en el peregrinar por la vida pueden tener un contacto diferente con el Creador, distinto al mío. Esto es motivo de alegría, no de contradicción o de pelea, como si mi camino fuera superior al de ellos o más correcto. 

Todos vivimos la vida en diferentes niveles de experiencia que orientan y determinan cómo se da esa relación con el Creador. Nuestra tarea es respetar esa experiencia y esos caminos.

Venimos como ‘prisioneros de la vida’ y nos vamos como ‘peregrinos de la existencia’. La experiencia profunda de mi dimensión trascendental me da la certeza de que la meta última de esta experiencia temporal es la llegada al paraíso, que es estar en la presencia de Dios, fuera de la dimensión espacio-temporal. para seguir el desarrollo de mi espiritualidad en una continuidad inmortal. De ahí que vivo con un himno diario de agradecimiento a Aquel que me regaló la existencia como el más preciado tesoro que cualquier amante de Dios puede recibir.

Agradecimiento porque dicho regalo fue gratuito y sin tener ningún mérito de mi parte como condición para aparecer en esta dimensión, pero más agradecido porque este regalo es para seguir existiendo en la inmortalidad que le da a mi experiencia temporal una dimensión que no tengo suficientes palabras para agradecer todos los días. 

Reynaldo Pareja

Julio, 2022

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Hay momentos en la vida en que hacemos un alto en el camino y miramos hacia atrás. Alterando a Antonio Machado, ya hicimos camino una gran parte del camino‒ al andar. Y en un momento como esos nos preguntamos por aprendizajes significativos que hicimos durante décadas, que ya superan con alguna abundancia el medio siglo. Comparto aquí algunos de ellos, que aparecieron primero en un fluir de conciencia.

Mirando el pasado, ya lejano, y situándome en el noviciado jesuita en Santa Rosa de Viterbo, salíamos a las veredas a enseñar el catecismo. Al vernos con sotana, nos decían padrecitos. Mi permanencia en la Compañía de Jesús no llegó hasta ser padre (sacerdote). Pero lo que sí fui fue padre de familia con mi segunda esposa. Un aprendizaje enorme fue aprender a ser papá de mis dos hijas, con las cuales crecí, uniéndome a sus preferencias vitales, a su transcurso escolar y universitario, a sus elecciones profesionales y a su desempeño profesional. Mientras tenga hijas seguiré aprendiendo a ser padre.

En 1979, el día del sepelio de mi primera esposa, lluvioso como los que nos acompañan en Bogotá desde hace varias semanas, el cortejo fúnebre que iba por la carrera 13 pasó por el entonces teatro Radio City en la calle 41. La pancarta que promocionaba una película ‒cuyo nombre no retuve‒, sentenciaba: “Hoy es el primer día del resto de tu vida”. Esto es verdad cuando amanece cada día. Solo contamos con el presente. Solamente tenemos los años que nos restan por vivir. Quizá por eso un amigo, al que cuando le preguntan qué edad tiene, responde filosóficamente: “no sé”, porque ignora lo que le falta de existencia en la Tierra. Los demás años ya los tuvo. Por eso, el carpe diem (aprovecha, estruja, sácale el jugo al día) del poeta latino Horacio sigue vigente. Aprender a vivir cada día.

Educar es la tarea y el reto de dejar al maestro dentro del que está aprendiendo, porque el maestro cesa su labor en poco tiempo ‒uno o más años‒, luego se marcha y el aprendiz queda solo. Si no asimiló e interiorizó lo que le enseñaron, tiene que recurrir a otros. Por eso, es clave que en ese ejercicio primordial de la vida le demos a quienes les enseñamos unos criterios para autoevaluarse. No podemos esperar a que nos digan, como cuando estábamos estudiando, si una respuesta, una acción, un trabajo, estuvo bien o mal. Tenemos que ser capaces de decidirlo sin recurrir a otros. Ante esta situación, bien podríamos preguntar: ¿cómo sabe el maestro si está bien lo que un estudiante respondió o hizo? Educar es dejar en el educando unos criterios de autoevaluación para que él mismo decida si estuvo bien lo que llevó a cabo. La dependencia genera dependencia; la independencia genera independencia y desarrollo.

Dentro de mi trabajo educativo como profesor de profesores universitarios en metodología de la enseñanza aprendí a dar y recibir realimentación (feedback) y su importancia en la vida. Aspectos como que la ayuda se ofrece ‒no se impone‒, que la realimentación debe describir lo que pasó, más que evaluarlo o emitir un juicio, ser selectiva (escoger qué comentar), enfocada (seleccionar lo más significativo, para comentarlo), concreta y no generalizante, centrada en comportamientos y no en la persona, que identifique lo positivo y lo mejorable, y oportuna, son aspectos fundamentales.

Cuando fui jefe en el mundo del trabajo, aprendí que hay que querer a los colaboradores que dependen de nuestra dirección, pero sin decírselo. Con hechos y no con palabras. Y como compañero en el mundo laboral, busqué siempre trabajar en equipo, pues produce mejores resultados.

El amor es la clave de la vida. En el siglo IV, en su Comentario a la primera carta de San Juan¹, Agustín de Hipona escribió: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”. Este amor no es rígido ni serio; es mejor si está acompañado de la risa, del humor, del buen humor. La risa de la mujer amada, por ejemplo, es tan importante que Pablo Neruda dijo: “Quítame el pan, si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu risa. (…) Niégame el pan, el aire, la luz, la primavera, pero tu risa nunca, porque me moriría”². Pablo de Tarso, en su segunda carta a los Corintios, lo sintetizó muy bien: “Dios ama al que da con alegría”. 

Siguiendo con la poesía, guardo en mi memoria algunos versos que el recuerdo hace memorables. El del controvertido Miguel Ángel Osorio ‒Porfirio Barba Jacob‒ en su poema Triste amor³ (1925) es uno de ellos: “Las cosas son la espuma del tiempo en nuestra mano”. Lo traigo a colación porque he aprendido que hay que ser desapegados, desprendidos, que de nada sirve aferrarse a los objetos, grandes o pequeños, valiosos o no, o a las personas. Nada nos llevaremos al final de la vida. Como cantaba el franco-argelino Enrico Macias: “no se tiene sino lo que se da. Entonces, abre tu mano y da”.

La palabra pregunta y lo que ella implica creó en mí una actitud inquisitiva, inquieta. Cuando me pregunté por su etimología, encontré dos respuestas hermosas, provenientes del latín⁴: una viene del verbo cunctor: detenerse, dudar, estar perplejo. Otra proviene de percunctor: inquirir, averiguar, informarse. Ambos derivan de contus, asta larga o bichero, un utensilio que usaban los navegantes para desatracar (salir de tierra firme) o atracar (arrimar a tierra) y para sondear el lecho de un rio, para tocar el fondo, impulsarse y avanzar. Preguntar(se), entonces, es ahondar en el fondo del asunto, inquirir, buscar elementos de solución.

Aprendí, también, que escuchar es más importante que hablar. Quien escucha acoge al otro, lo respeta, no lo interrumpe para expresar su punto de vista ni para obligarlo a que oiga lo que uno tiene que decir. Y la escucha no es solo hacia afuera: también es importante escuchar nuestras voces interiores, en el silencio de nuestra interioridad, donde no podemos decirnos mentiras, ni engañarnos. Escuchar y escucharnos nos sirve para conocernos más a nosotros mismos.

___________________

¹ Agustín de Hipona (2002). Comentario a la primera carta de San Juan. Barcelona: Sígueme.

² Neruda, Pablo (1968), “Tu risa”. En Los versos del capitán. Buenos Aires: Losada.

³ Barba Jacob, Porfirio (s. f.). Poesías completas. Lima: Editora Latinoamericana.

⁴ Salvá, Vicente (1880). Nuevo Valbuena ó Diccionario Latino-Español, formado sobre el de Don Manuel Valbuena, con muchos aumentos, correcciones y mejoras. París: Librería de Garnier Hermanos.

William Mejía Botero

Julio, 2022

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Inspirados por uno de nuestros invitados a una tertulia reciente, decidimos como grupo lanzarnos a compartir nuestras reflexiones sobre algunos aprendizajes personales que, revisando nuestras experiencias de vida profesional y familiar de tantos años de vida, pudieran constituirse en descubrimientos especiales que hoy vemos con satisfacción y orgullo personal.

Un segundo grupo de 12 compañeros decidió acompañarnos con sus reflexiones en otra tarde de aprendizajes insospechados sobre experiencias de vida muy diversas, que confluyeron en años de juventud comunes y cruciales para todos nosotros. Esta es la grabación de sus testimonios. Los publicaremos individualmente en este blog durante las próximas semanas. 

Exjesuitas en tertulia – Sesion #105- 16 de Junio del 2022
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En esta presentación, su autor quiso unir dos aspectos claves: varios valores y temas, su visión de los mismos y aprendizajes obtenidos en ellos a lo largo de su vida.

Amor: Dios me ama siempre. Nací del amor de dos seres maravillosos, me crie rodeado de una familia amorosa, me eduqué en ambientes amorosos y encontré al amor de mi vida con quién construí la familia propia y espero terminar mis días terrenales en su amor. 

Servicio: la mayor realización que he tenido en los años de mi vida la he encontrado en todas y cada una de las oportunidades en que he podido hacer algo por alguien efectivamente. Ha sido además el motivo más maravilloso de encuentro con personas que luego he amado siempre.  

Respeto: somos distintos y cada quien tiene derecho a ser como es. No puedo ni debo desconocer al otro, ni cambiarlo, y a su vez merezco que me dejen ser como soy.

Honestidad: debo ser auténtico y, si me equivoco, puedo cambiar e intentar nuevos caminos. Los demás deben tener una única imagen de mí. 

Aprendizaje continuo: toda oportunidad y toda persona tienen algo que enseñarme. Cada error es una fuente de aprendizaje. Los buenos ejemplos son para incorporarlos en la vida.

Al final, seremos la suma de todo lo aprendido. 

Manualidades y reparaciones: todo en el mundo es susceptible de ser transformado con nuestras manos. Una cuerda sirve para hacer muchos nudos y cada nudo sirve para varias funciones. Todo lo que se daña es una invitación a ser reparado. Lo que puede desarmarse permite ver cómo es por dentro y entender cómo es su funcionamiento. De ahí puede surgir su reparación. Tener buenas herramientas y saber sus usos es una excelente ayuda para la fabricación y reparación de cosas. Diseñar y hacer objetos útiles pensando en el espacio que ocupan, los materiales disponibles y la utilidad que van a prestar es muy placentero. Una vez fabricados y usados aprendemos a mejorar el diseño. 

Economía: lo que tenemos es un regalo. Somos simples administradores de algunos bienes mientras estemos con ellos. Debemos cuidar lo que se nos ha encomendado y ponerlo al servicio de los demás. Si aprovechamos las oportunidades de crear valor con nuestro trabajo, podremos crear bienes que pueden transformarse en dinero. Administrar el dinero es muy sencillo: basta con garantizar que entre más de lo que sale, así habrá un pequeño excedente que se puede ahorrar y compartir. Lo que se comparte con los demás se multiplica. Al final solo nos llevaremos lo que hicimos por los demás con el dinero. Éste se queda.  

Ojos: son un don maravilloso que requiere muchos cuidados y mucho desarrollo. Relajémoslos con frecuencia. Ejercitémoslos para ver de lejos y de cerca. Cuidemos las emociones para que sean positivas y nos mantengan bien. Y si hay negativas solucionarlas pronto, antes de que se vuelvan enfermedad. Cada vez que podamos llevemos los ojos a gozar del aire libre y el sol. Aprendamos ejercicios para mantenerlos sanos, activos y eficientes. 

Lenguaje: somos seres lingüísticos. Pensamos en el lenguaje de las culturas a las cuales pertenecemos. Coordinamos acciones nuestras y de los demás a través de conversaciones. De nuestra competencia de escuchar depende en gran parte el éxito en nuestras relaciones. El problema surge con nuestra capacidad humana de decir cosas que son simplemente creación de nuestra fantasía, que no podemos dar por hecho. De ahí el consejo de cuidar nuestra lengua y de aprender de las tradiciones históricas en las cuales la palabra ha sido fuente de inspiración para muchas generaciones. 

Aprendizajes varios: ante los problemas, preguntar ¿qué pasó? y no ¿quién tuvo la culpa? Toda persona tiene algo qué enseñarme, si me intereso por ella, la observo y la escucho. Pasar horas al aire libre puede aportarnos una gran dosis de vitalidad y entusiasmo. Leer es la mejor manera de participar de lo aprendido por otros. Me alegra y agradezco lo bueno que hagan por mí, pero no espero nada de nadie. “Hazlo tú mismo y estarás servido como el rey”. Acercarme a los demás para decirles lo que quiero expresarles. No gritar. Llamar la atención en privado, felicitar y reconocer en público. Ahorrar agua potable, energía eléctrica, combustibles y en todos los consumos, pensando en los demás y en las futuras generaciones. Ensuciar poco y limpiar mucho. Dormir siesta mejora el rendimiento en la tarde.

Juan Gregorio Vélez

Julio, 2022

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En una de nuestras tertulias quisimos compartir experiencias de vida, aprendizajes, lecciones que puedan servir a otros para su desarrollo y bienestar. Transcribo la síntesis que preparé, ampliada con comentarios que recibí sobre esas experiencias personales y duraderas. 

Resumo cuatro experiencias de mi vida, que considero relevantes y que perduran entre 30 y 50 años.

1. Necesidad experimentada de salvación, del Salvador

Yo había conocido y creído en Jesucristo salvador, pero no había sentido la necesidad de salvación, pues mi vida había transcurrido sin mayores sobresaltos. Cuando me retiré de la Compañía de Jesús, poco antes de la prevista ordenación sacerdotal ‒por diversas circunstancias y situaciones personales‒, me sentía en la olla: tenía una especie de depresión profunda y gran incertidumbre. 

En una palabra: sentí dramáticamente la necesidad de salvación, de ayuda, de un salvador. Tuve el don o la gracia de experimentar a Jesucristo salvador como alguien real, vivo y cercano, ya no solo como una creencia, sino como Alguien con una relación que, en 52 años se mantiene con algunos altibajos externos, pero con una profundidad inconmovible, alentadora y salvadora. 

2. Lo que “hice” en la Federación de Cafeteros

Alguna vez me dije que yo no había hecho mayor cosa en los 20 años de trabajo en la Federación Nacional de Cafeteros. Lo que hice fue querer a la gente, la gente me quiso y ayudé a que la gente se quisiera entre sí. 

Como una muestra de que eso se logró significativamente es que desde hace 31 años funciona la Asociación de Exempleados de la Federación y Almacafé. Actualmente cuenta con unos 500 asociados y con servicios comunes y gratas actividades de integración. También para mí, entre otras experiencias laborales, sobresale la actividad educadora que allí tuve. 

3. Convivencia y dedicación familiar

Experimento un extraordinario amor y afecto de mi hija y mi hijo, de 49 y 42 años, que me indican que mi convivencia y dedicación a ellos ha sido constructiva. 

Lo mismo puedo decir de 51 años de convivencia y sinergia con mi señora, con la que hemos construido una forma de vida satisfactoria y feliz. Todo esto sin hablar de mi experiencia familiar de origen y la vivencia actual de una familia de casi 60 miembros, contando mis hermanos, sobrinos y sus hijos.  

4. La siembra de árboles en el lote

Hace 28 años nos vinimos a vivir de Bogotá a La Calera. Con Elssye, que es arquitecta, remodelamos y ampliamos la casa que está en un ambiente geográfico y humano de paraíso. En el lote de una fanegada solo había tres arrayanes y un eucalipto; lo demás era un potrero. Con mi hijo, especialmente, sembramos más de 600 árboles en el perímetro del lote y dos pequeños bosquecitos. Cada día agradezco el paisaje y la propiedad familiar, que todavía me parece un sueño, pero que es un privilegio y que desearía para tantos colombianos que no pueden disfrutarlo. Esta experiencia ambiental, en pequeño, la he compartido con los 17 años de trabajo excelente y comprometido de mi señora, con el sistema de Parques Nacionales Naturales, en todo el territorio del país.  

Las efes

Uno de nuestros amigos, al comentar la exposición en esta tertulia de tres de nosotros y referirse a la mía, señaló sencillamente: la fe que confiesa Vicente (primera efe). Efectivamente, la fe no es simplemente una idea, una espiritualidad, una creencia o una convicción más… La fe es un don de Dios, una gracia que se recibe y que se acepta. En el caso de la fe cristiana y católica es la fe que proviene de Jesucristo y que tiene una vocación universal. Fe que no solo proviene de Jesucristo, sino que tiene por centro y fundamento la persona misma de Jesucristo, histórico, resucitado y viviente en la comunidad humana. Fe católica o universal, porque se dirige a toda la humanidad y está destinada a la salvación global. 

La segunda efe es la primera letra de familia. Hice referencia a mi propia familia, pero se trata de una realidad humana general o universal, una institución, una agrupación, una relación, una experiencia que es ‒como suele decirse‒ fundamento de la sociedad: familia íntima y familia extendida, que debe ser raíz o semilla que fructifica en el árbol frondoso de la familia humana por constituir como especie que todavía no es plenamente y que debe llegar a ser. 

La tercera efe inicia la palabra Federación. Su etimología (foedus-eris) hace referencia a un pacto, a una alianza, una liga o unión entre varios. Puede ser de naciones, Estados, gremios. En mi experiencia hablé de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia. No es posible resaltar aquí ‒me extendería mucho‒ las bondades de esta asociación gremial, de sus líderes fundadores, ni de todos los beneficios económicos y sociales que ha producido y produce para el país (baste rememorar algunas de sus creaciones: Fondo Nacional del Café, Flota Mercante Grancolombiana, Almacafé, Cooperativas de caficultores y “Juan Valdés”). Esta experiencia, que cumple 95 años, es modelo digno de imitar y reproducir en nuestra sociedad colombiana. 

La cuarta efe es para hablar de futuro. Ver hoy los altísimos y frondosos árboles sembrados hace apenas 27 años nos ayuda a comprender el sentido del futuro, el cual no nos llega, sino que lo construimos. El futuro es un horizonte amplio y abarcador, de personas, grupos, naciones y de nuestro planeta Tierra. La ecología y protección del medio ambiente no es una moda más: es una responsabilidad decisiva para nuestro futuro y el de las siguientes generaciones.

Vicente Alcalá Colacios

Julio, 2022

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En una sesión de zoom, un compañero del Liceo Francés de Bogotá nos compartió sus aprendizajes como persona y empresario. Entonces, no dudé en sugerir a compañeros de este grupo de exjesuitas que recogiéramos sabidurías acumuladas a través de los años, de nuestra común vida religiosa de hace mucho tiempo, enriquecida por la diversidad de nuestros posteriores rumbos profesionales, familiares y culturales a los largo de más de 50 años. No podía dejar de compartir mi versión personal aquí consignada. 

Inicialmente pensé en separar mis aprendizajes personales y profesionales. Al hacerlo encontré que son inseparables, pues el beneficiado era el mismo, solo que a través de experiencias personales y del mundo del trabajo con otros.  

Reflexionando sobre el mayor aprendizaje al contabilizar los 16 lugares de residencia (casas o apartamentos) en 12 ciudades diferentes y cinco países de América y Europa, en 13 empresas y dos matrimonios en 77 años de vida, no tengo duda de que he aprendido a adaptarme cada vez más rápido a las nuevas circunstancias de ciudades, países, empresas y personas. 

Interiorizar que la vida siempre es un cambio y que todo cambio es y fue positivo me ha permitido estar cada vez más abierto a nuevas aventuras y desafíos ante inesperadas oportunidades que a diario se me han abierto, continúan abriéndose y espero que jamás dejen de abrirse. Paralelamente, asociado talvez con el aprendizaje de la adaptación al cambio y reconociendo que mi esposa sigue siendo mi mayor estímulo y cómplice en este segundo aprendizaje, he estado aprendiendo desprenderme cada vez más rápido de cosas, personas, lugares, países e inclusive amores.  No fue fácil salir de mis colecciones ‒mi biblioteca “supervaliosa”, que aunque impregnada de humedad en la mayoría de  ejemplares que solo leí una vez, se resistía a reducirse de un cuarto lleno de estanterías en mi última casa a la pequeña estantería del apartamento en que hoy resido…‒ y de muchas cosas más, como herramientas, objetos, recuerdos, fotografías, etc.

Haber tenido el privilegio de estudiar en un colegio donde mis compañeros provenían de 10 o más países diferentes, estado expuesto como jesuita a múltiples relaciones interpersonales con los estratos sociales más diversos y hecho un posgrado en Comunicaciones interculturales, todo esto me enseñó a comprender, aceptar y respetar las diferencias entre las personas. Llegar en verdad a comprender ‒no a “tolerar”, sino a ponerme en los zapatos, valores y creencias que explican el porqué de muchos comportamientos culturales diferentes en las personas‒, requirió mirarme hacia adentro, cuestionarme y cuestionar todo lo que alguna vez se me presentó o asimilé como aparentemente verdadero. Atreverme a pensar diferente, desde otro ángulo ‒el de mi interlocutor‒  para, siendo muy honesto, seguir evolucionando en el aprendizaje de culturas, personas y valores diferentes de los míos tradicionales. Al romper mis paradigmas, con el “¿por qué se ha hecho así siempre?”, encontré que lo que alguna vez fue verdad, con el correr del tiempo y confrontándolo con otras “verdades”, dejó de serlo y, muchas veces, fue todo lo contrario, pero me quedó el sabor agradable de algo “superado” y aprendido. 

Aprendí también durante las experiencias profesionales que si no se viven con pasión , vistiendo “la camiseta de la empresa”, se convierten en “trabajo”, con la connotación negativa (y etimológica) de “sufrimiento”. Al apasionarse por las causas y las personas de mis grupos y empresas de trabajo, siempre descubrí una ilusión  diaria y algún aprendizaje permanente al iniciar mis jornadas o al concluirlas. Fueron una permanente diversión al aprender y entregar sin darme cuenta y al construir siempre en equipo esfuerzos colectivos para crecimiento y proyección hacia otros… 

En ese mismo ambiente laboral y como resultado de mi experiencia con dinámicas de grupos con jóvenes en mis años de jesuita, fui aprendiendo que quien primero escucha de verdad, concentrado realmente en escuchar, y no en estarse preparando para responder, siempre tiene la oportunidad de acercarse al otro (adaptarse al otro), antes de responder o durante la respuesta, lo que ayuda a mejorar la comunicación y conseguir resultados en un diálogo o en una venta de ideas o de productos. (Entender la necesidad de su cliente…, dicen hoy en marketing tradicional).

A nivel personal durante mi vida profesional aprendí que el deporte diario como disciplina matutina era insustituible preparación mental y física para planeación del trabajo, inyección de competitividad y energía, y salud permanente que ayudara a llevar con éxito las inevitables tensiones de responsabilidades con muchas personas. Además, aprendí en mi vida profesional no dejar nada para mañana, a realizar cualquier tarea o pendiente inmediatamente o tan pronto fuera posible. Mi lista del “Qué hacer hoy” siempre encabezó la agenda de mis días y calendarios laborales y pocas veces dejó pendientes para el día siguiente… El sueño tranquilo fue mi regalo de eficiencia.

Personal y profesionalmente, la vida me fue demostrando que debería alejarme de cualquier tipo de fanatismo o extremismo político, religioso, empresarial, nacionalista, etc. Fui entendiendo que los fanáticos casi siempre “saltaban” de un extremo a otro; por ejemplo, de la drogadicción al fanatismo religioso o del extremismo político ideológico a la violencia física o verbal, etc. Aprendí a respetar sus movimientos pendulares y a observarlos sin intervenir en amigos, colegas, compañeros y hasta familia.

En la vida familiar, muy probablemente a través de experiencias propias y ajenas compartidas conmigo, muy pronto aprendí que ¡en el matrimonio y en la familia TODO es nuestro! Y ojala desde el comienzo… y, sobre todo, el dinero o los recursos financieros. La diversidad de responsabilidades de padres e hijos pienso que no le da prioridad en trato o privilegios (que muchas veces vienen de nuestras familias) a unos o a otros. Las responsabilidades son de los dos, o los cuatro, o cuantos sean los miembros de una familia y todas compartidas….(inclusive las tradicionales de quehaceres domésticos). 

De la misma manerael futuro y los caminos de cada uno de los miembros de familia, (padre, madre o cada hijo) aprendí que, con el apoyo posible de todos en la familia, debe ser respetado, apreciado y los caminos que escojan, sean resultado de sus propios hallazgos, sus propios caminos y no los sueños que los padres hayamos tenido para sus futuros. El aprendizaje aquí es mayor y creo más profundo cuando, por ejemplo, las preferencias sexuales de los hijos son diferentes de las tradicionales y “aceptables” por la sociedad y los “principios” en que fuimos educados. Todos estos principios caen como castillo de naipes ante el amor de padre y de madre que solo quiere la felicidad de sus hijos y respeta y adhiere emocionalmente a sus caminos y preferencias.  

En la vida profesional aprendí que debía trabajar primordialmente con un jefe que permitiera ser su socio en la responsabilidad empresarial y con quien pudiera tener una relación personal de admiración y respeto mutuo con total apertura. La continua realimentación (feedback) o el aprendizaje desde toda experiencia, abierto y permanente, de éxitos y de fracasos, es la única forma válida de aprender y crecer. Solo que muchas veces el feedback personal con ánimo constructivo siempre debería ser ofrecido uno a uno, mientras que el colectivo debe integrar las fortalezas y las áreas para crecer, jamás llamadas “debilidades”. 

Aprendí también que en el mundo corporativo de todo tipo de empresas te encuentras con personas que, por el ego o el dinero o el poder, no tienen inconveniente en “pararse encima de los demás” para ser reconocidos y apreciados. Tarde o temprano todos tuvieron que bajarse de sus pedestales sobre los otros y ser medidos en su propio valor. Aprendí también que detrás de todo líder autoritario se esconde un ser profundamente inseguro y solitario que anhela encontrar alguien en quien confiar y no ser defraudado. Tuve el privilegio de vivir esa experiencia múltiples veces en mi carreraEn la selección de talento para las empresas aprendí hacerle caso a la intuición, fruto de experiencias múltiples y comprobadas. Claro está, reforzándola con objetividad y genuino interés en hacer equipos de trabajo. De la misma manera creo haber llegado a la conclusión de que en la “despedida” de las personas, el “guante blanco” o el mejor de los tratos es la mejor inversión en la reputación de las empresas y que cualquier esfuerzo que se haga en este aspecto es una inversión en el prestigio y el futuro de las mismas para seguir atrayendo talento de calidad. 

Tres últimos aprendizajes, a manera de conclusión, en esta lista desordenada de lecciones de la vida. Mi vida profesional siempre giró alrededor del manejo de grupos de personas, tanto en mi vida de jesuita, como en mi vida profesional. Tres aprendizajes simples pero muy profundos para mí: 

1. Muy joven aprendí de la lectura de El libro rojo de Mao Zedongque la persona más importante de un grupo de gobierno, no es quien lo preside o “presidente”, sino quien hace las actas, las conclusiones, la síntesis, “el secretario”.Con su criterio y su habilidad de dejar por escrito lo anterior, dependerán muchas cosas después de concluir la reunión. Aprendí siempre a ser voluntario para hacer ese papel o lo busqué en muchas juntas de gobierno y lo comprobé muchísimas veces….

2. Facilitar la conversación, integrar al grupo, sentir las mociones muchas veces expresadas en comportamientos no verbales, en fin, estar atento a resumir, mantenerse en el foco del tema y saber cerrar, aprendí que es un arte que solo se aprende revisando continua y posteriormente a cada reunión y repitiendo los éxitos y evitando lo que no haya funcionado. 

3. La llave de la eficiencia en la vida se llama “puntualidad. No solo a nivel personal es excelente; a nivel profesional es la clave de lo que llamo “éxito en la vida profesional” . 

Muchas gracias a quienes me enseñaron directa o indirectamente todos estos valores que hoy comparto con mis amigos. 

Dario Gamboa

Julio, 2022

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El ejercicio que ha ocupado las últimas tertulias de los jueves, donde nos hemos atrevido a mirar nuestras vidas con el fin de encontrar aprendizajes que puedan ser útiles, me hace pensar que el ejercicio mismo de dicha introspección compartida es ya un aprendizaje estupendo y demuestra una madurez grupal, digna de ser replicada por otros.

Me inclino respetuoso ante los amigos que aceptaron el reto de compartir aprendizajes vitales y nos regalaron destellos de vida en los cuales amor, fe, servicio, creatividad, desprendimiento, empresa, ciencia, amistad y espiritualidad son muestra de lo que somos.

Cómo no sentir respeto y un poquitín de envidia ante la fe ilustrada de Reynaldo Pareja, certificada con lágrimas; la de Bernardo Nieto, digna del más inocente de los niños, como requería Jesús de Nazaret o la de Hernando Bernal: trabajo, servicio y armonía musical. Admirables, prácticas, sencillas las enseñanzas de Goyo; sabios y fundados en la experiencia los consejos de Darío Gamboa. Actitud de confianza paciente la demostrada por Vicente Alcalá, a la espera del retoño que se convierte en árbol y la flor que deviene en fruto, cuyo aroma se presintió años atrás y hoy se degusta en familia. 

Tanta generosidad y autenticidad de todos los que participaron en la primera sesión se convierte en formidable reto que pretendo asumir.

Mi vida no acaba de aprender; no es imitable. Si Darío la graficara, se parecería mucho a los cuadros que produce Wall Street en días de crisis como los actuales. He cruzado muchos puentes que me han permitido experimentar desde la más genuina espiritualidad hasta los abyectos e inconfesables comportamientos que envilecen a cualquiera, aunque nunca haya caído en la criminalidad. He tenido suerte. Hoy pienso que es gracia, porque no he sucumbido, y atisbo desde mi pequeñez un final donde seré recibido con misericordia.

Esta certeza ha nacido de mi práctica diaria de contacto con esa realidad que vibra en nuestro interior a otro nivel y que fue despertada hace treinta y cinco años por mi maestro Ajaib Singh Yi.

Estoy seguro ahora de transitar hacia el Verdadero Hogar, aunque ego, avaricia, codicia, ira y lujuria siempre estén ahí como piedras resbaladizas que amenazan mis pasos. Mirando hacia atrás, sé que ya no hay culpa, ni miedo. También sé que la persistencia en seguir la senda ‒sin duda, sin prisa, sin pereza‒, me hará cruzar la meta definitiva como lo he logrado en las maratones que he corrido. 

Y de no lograrlo en esta vida, cuento con la promesa de otras vidas, si fueran necesarias.

Gracias. 

Luis Arturo Vahos

Junio 2022

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