Hace poco, en varias tertulias virtuales de exjesuitas, fuimos testigos de la enorme riqueza y diversidad vivencial de dar testimonio de lo que creemos, sobre lo que para algunos es la espiritualidad. Si fue tan rico y diverso entre 35 personas, abrimos el blog para recibir de usted sus vivencias.
A mí, la vida me parece rara, muy rara. “La vida es un ratico”, como nos canta Juan Esteban Aristizábal, “Juanes” por más señas.
Y mi ratico lo lleno, entre otras ocupaciones, leyendo, escribiendo, viendo noticieros, películas de Netflix, barriendo el apartamento, y -¿cómo no?- comiendo y durmiendo, para no mencionar otras actividades más personales e intransferibles. Aunque, sin darme cuenta, llegué a cucho (que no a chuchumeco), no me puedo quejar. Estoy bien. Soy flaco, más flaco que un palillo, pero aguanto, salgo a caminar por la mañana y repito por la tarde con mi mujer, que no perdona su caminadita.
Sin embargo, con frecuencia me pregunto: ¿qué o quién nos puso aquí? ¿para qué? Por lo que recuerdo, al comienzo de la Ciencia de la Lógica, Hegel parte del Ser (“Das Sein”). El Ser -tomado así, en general- es algo indeterminado, vago, imposible de comprender. Es todo y es nada al mismo tiempo. Por eso, en un segundo paso, el Ser se autolimita y se define como el Ser-ahí (“Da-sein”).
No se preocupen por entender. Lo que quiero decir es que en esa expresión, libremente interpretada, encuentro una muy ajustada descripción de mi experiencia. Un “ser-ahí” es alguien arrojado, tirado a las sinuosas y misteriosas calles de la vida, que en ocasiones se convierten en oscuros callejones sin salida o en bosques y selvas impenetrables, y a veces se muestran como las aguas transparentes y azul-verdosas de un mar Caribe en calma. Por mi parte, no me puedo quejar. Por donde se le mire, soy afortunado, o al menos así me siento.
Pero volvamos al “Ser-ahí”, tirado al surco de unas fuerzas arrasadoras que van destruyendo el mundo a su paso. Y si no, pensemos en los terribles fenómenos que está produciendo el cambio climático, tanto en Quetame como en Japón, China, España, Grecia y en el occidente de Estados Unidos, por no mencionar otros municipios. Los incendios y el calor nos abruman.
Parece que el mundo nos quiere ahogar en barro y lodo o cocinar a fuego vivo de más de 40 grados Celsius. Con esa guerra climática, ¡qué Putin ni qué carajos! Aunque es una guerra injusta, terrible y cruel, vista en el contexto global del clima y sus desastres, podría uno decir que esa es una guerra con totes y papeletas, frente al Armagedón arrasador del clima que por lo visto, está a un paso de llegar al punto de no retorno, si no es que ya estamos en él. ¿Y si no hay regreso, qué podrá pasar? No me lo imagino ni he encontrado a nadie que me lo explique. Quién sabe si los alienígenas se estén preparando para invadirnos. Espero la sesión del Congreso de los Estados Unidos para que nos digan de una vez si tenemos unos vecinos extraños o no… Aunque lo extraño es que en China no afirmen también que han visto OVNIS. ¿O será que los OVNIS y los tales alienígenas son unos chinos malcriados que andan pasiándose por los cielos y echando ojo a Washington, al Pentágono y sus alrededores?
En fin, no me hagan caso. Mi principal virtud no es el optimismo, pero estoy de acuerdo que el pesimista es un optimista bien informado. Yo no es que esté muy al tanto de lo que acontece pero, entre gallos y media noche, algo me pillo.
¿Quién me puso aquí? ¿para qué? Este podría ser el estribillo de la canción de la vida, de la mía y de la tuya, querida-o amiga-o y enemiga-o, correligionarios, agnósticos, ateos (militantes anticlericales) o indiferentes, de izquierda o de derecha, santos o criminales, puros y castos o lo contrario, sexi-adictos, libidinosos, lúbricos y desenfrenados, para no mencionar a los esclavos de la cocaína y el terrible fentanilo. Ni hablar de los que trafican drogas, condenan y echan al surco miles y millones de vidas ajenas totalmente enajenadas. Me parece difícil que se acomoden en la paz total.
Y, por hoy, dejemos aquí este canto al desconcierto y a la simple expectativa. Así, pues, que con tantos temas y problemas globales tan graves, dejemos quieto a Petro, al menos por hoy.
Luis Alberto Restrepo
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