Calentamiento global y narcotráfico son dos de los mayores problemas que enfrentamos en Colombia, aunque de manera muy diferente. El primero, producido por los gases de efecto invernadero, es un peligro mundial que amenaza el futuro de la humanidad; el segundo, es un cáncer que ha corrompido todos los estamentos de la sociedad y alimentado a todos los actores del conflicto.
A pesar de las grandes diferencias en el origen y naturaleza del calentamiento global y el narcotráfico, llama la atención que entre las estrategias para combatirlos se plantee una muy similar y totalmente equivocada: disminuir en Colombia la oferta de petróleo y de hoja de coca, cuando está demostrado que el problema es la demanda mundial de combustibles y de cocaína.
Fuera de Trump y sus fanáticos conservadores, hoy nadie discute que el mundo debe reducir la utilización de combustibles fósiles y que debemos hacerlo rápido. Sin embargo, pretender ganar la batalla contra el calentamiento global disminuyendo la oferta de pequeños productores, como Colombia, es tan equivocado e inútil como querer ganar la guerra contra las drogas fumigando con glifosato las plantaciones de hoja de coca. Como en el caso de las drogas ilícitas, el determinante del uso del petróleo es la demanda y no la oferta.
El futuro de la demanda por petróleo
El mundo no puede vivir sin energía y tampoco sin petróleo. Mientras haya millones de vehículos que emplean gasolina o diésel, mientras las fábricas necesiten energía para mover sus máquinas, mientras miles de plantas de generación de energía funcionen con hidrocarburos, mientras los consumidores sigan utilizando productos de plástico en toda su vida cotidiana seguirá existiendo una enorme demanda por petróleo y sus derivados. Por eso, todas las proyecciones muestran que el consumo de energía continuará creciendo por lo menos durante 20 o 30 años, dependiendo de las políticas adoptadas.
Ante la imposibilidad de reducir el consumo de energía, el esfuerzo de los gobiernos se ha enfocado en cambiar las fuentes que la producen, tratando de sustituir hidrocarburos contaminantes (petróleo y gas) y carbón por fuentes renovables como la energía solar o eólica. También ha vuelto a plantearse el mayor uso de energía nuclear, a pesar de todos los riesgos que conlleva.
Hasta ahora solo se ha tenido un éxito relativo reemplazando en las plantas de generación de energía un poco de carbón por gas natural, que es menos contaminante, pero el consumo de petróleo ha seguido aumentando y continuará haciéndolo.
La Agencia Internacional de Energía (IEA, por su nombre en inglés), que es la fuente más reconocida en materia de información sobre asuntos de energía, tiene dos escenarios de proyecciones: uno optimista, que denomina “Compromisos anunciados”, requiere que todos los países cumplan todos los compromisos anunciados en la última cumbre sobre calentamiento global; el otro, llamado “Políticas Actuales”, supone que los gobiernos solo continúan los esfuerzos que están realizando hasta ahora contra la emisión de gases de calentamiento.

En el escenario optimista la demanda de energía crecería 15 % hasta el año 2050, para alcanzar 16.000 millones de toneladas de petróleo equivalente, pero sí habría un cambio significativo en la canasta de fuentes de energía, pues las renovables triplicarían su producción y aumentarían su participación de 16 % a 39 %. Aun con este esfuerzo la demanda de petróleo seguiría aumentando hasta 2030, de 4093 a 4420 millones de toneladas, y solo entonces empezaría a descender lentamente (ver gráfico). Su participación en la oferta de energía bajaría un poco, de 29 % a 24 % en 2040, y a 22 % diez años más tarde.
Menos pronunciado sería el descenso del consumo de gas natural (bajaría de 24 % a 20 % en ese período), pues se utilizaría más para reemplazar al carbón en las termoeléctricas. Por lo tanto, sí habría una reducción significativa en la demanda de carbón, con lo que su consumo bajaría a la mitad y su participación en la energía producida bajaría de 26% a 12 %.
El escenario de las políticas actuales puede tener una mayor probabilidad de ocurrencia por las dificultades de los gobiernos de cumplir sus compromisos, lo que llevaría a un mayor aumento de la demanda de energía ‒26 % en los próximos 20 años‒ y a un menor crecimiento de las energías solar y eólica, que solo alcanzarían un poco menos de 5000 Mtoe y una participación de 28 % en la canasta mundial de energía.
Por su parte, el consumo de petróleo seguiría aumentando hasta 2040 y se mantendría constante por otros diez años, alrededor de unos 4700 millones de toneladas. El consumo de gas natural crecería lo mismo que la demanda total de energía, de manera que mantendría su participación constante en 24 %, mientras que la disminución del carbón sería menor y solo se reduciría su participación hasta 16 %.

En conclusión, en una proyección intermedia entre los dos escenarios tenemos demanda de petróleo y gas para rato, pues su consumo seguirá creciendo por lo menos durante 20 años.
Colombia en la lucha contra el calentamiento global
La guerra contra las drogas ha fracasado porque se ha concentrado más en reprimir la oferta que en campañas de prevención y educación para disminuir la demanda. No se puede cometer el mismo error en la batalla contra el calentamiento global, pues mientras haya demanda por petróleo habrá incentivos económicos para que compañías y países lo produzcan.
Por eso, están equivocados quienes piensan que reducir la producción de petróleo en Colombia ayudaría en la lucha contra el calentamiento global. En el caso de la coca, Colombia es el primer productor del mundo y, aunque es inútil, tiene alguna lógica que se busque reducir la oferta. Por el contrario, en el caso del petróleo, Colombia produce solo 750.000 b/d que son 0.75 % de la producción mundial, de manera que si dejara de hacerlo sería sustituido al otro día por cualquier país de la OPEP, que tienen capacidad de aumentar su producción en más de 10 mm b/d.
¿Qué gana el planeta si Colombia disminuye su producción de petróleo? ¡Absolutamente nada! ¿Qué gana Colombia si deja de producir petróleo? Nada, pero sí puede perder mucho por el gran peso que tienen los hidrocarburos en las finanzas públicas y en el comercio exterior. No hay en el corto y mediano plazo ninguna fuente que permita sustituir la magnitud de los recursos que aporta este sector.
Hay que desarrollar todo un modelo de economía no dependiente de los hidrocarburos, pero para hacerlo se necesitan los recursos del petróleo. En otras palabras, para dejar de depender del petróleo en el futuro, hay que sembrar el petróleo de hoy y de los próximos años para tener recursos para la transición energética y transformar la economía.
Mauricio Cabrera
Publicado en la revista Cambio
Abril, 2022