El giro lento de un caleidoscopio nos va presentando una abundancia de formas con diversas representaciones y colores deslumbrantes.
Me permito compartir con ustedes el aporte de dos personajes y de un viaje en un tobogán lento que me ha llevado a vivir mi vida con imaginarios radicalmente diversos y fascinantes: mi abuelita, el señor Stanley Applegate y un viaje.
Mi abuelita.
El año 1955 entré a estudiar 5º de primaria al recién inaugurado Colegio San Luis Gonzaga de los jesuitas en Manizales. Era un niño de una familia católica profundamente practicante, juicioso, miembro de la Congregación Mariana, servicial y bien presentado. Es decir, me ajustaba a cabalidad al perfil de reclutable, según el prediseño elaborado por los jesuitas para inducir candidatos que pudieran engrosar las filas de su organización religiosa. Allí entró a jugar un papel muy importante el padre Gonzalo Ortiz, jesuita, quien me hablaba maravillas del Seminario Menor de El Mortiño, en el municipio de Zipaquirá, y de una finca encantadora llamada Patasía. Poco a poco me fue calando la ilusión de irme para el Seminario pero, a pesar de mi insistencia, mi papá no me dejaba ir porque no tenía plata para pagar la pensión, que era entonces de $ 120 mensuales…hasta que un día mi abuelita me dijo: “mijito dígale a su papá que yo le pago la pensión para que pueda irse al Seminario”.
No sabes abuelita, aún hoy, a los ochenta años, lo agradecido que estoy contigo porque con el empujón que me diste y siendo aún un niño, marché feliz al Seminario en donde disfruté 16 años en la Compañía de Jesús en un mundo alucinante, embelesado con las costumbres del siglo XVI como la disciplina, los azotes y el cilicio; con una formación humanista de carácter greco romano; equipándonos fuertemente para salvar almas del malvado Lucifer, bajo el liderazgo de Jesucristo el Salvador, y en donde coseché, a granel, amigos increíbles para toda la vida.
Ciertamente viví en la Compañía de Jesús a plenitud en medio de un imaginario rígido, altruista y vigorizante.
Stanley Applegate.
Ya habían transcurrido casi tres lustros desde mi entrada al Seminario Menor y en ese entretiempo había terminado mi bachillerato, vivido dos años de formación religiosa en el Noviciado y completado la carrera de Filosofía y Letras.
Luego vinieron dos años de trabajo en el Instituto Mayor Campesino de Buga, un bachillerato para jóvenes campesinos del suroccidente de Colombia donde, además de los estudios clásicos se les preparaba en los temas relacionados con las organizaciones agrarias, con el fin de mejorar la situación del campesinado: cooperativismo, sindicalismo, Juntas de Acción Comunal.
Fueron dos años fascinantes de inmersión en la realidad rural de país. Seguía entonces la parte final de mi formación sacerdotal que eran los estudios de teología y me encontraba en la contradicción de si seguir o no en la Compañía de Jesús. Por un lado, mi carrera jesuítica estaba atrancada y cuestionada, ya que me habían negado el paso a estudiar teología, lo que significaba un frenón súbito y una cuasi sentencia de despido.
Por otro lado, la experiencia de trabajo en el Instituto Mayor Campesino me llevaba a fantasear para convertirme en un sacerdote que podría encauzar las reivindicaciones de los pobres del sector rural, bajo la tutela no de Cristo Rey, ni del Buen Pastor, sino del Cristo liberador de los pobres. Y a decir verdad, también me daba pánico, a los 26 años, salir a enfrentarme a un mundo laboral sin herramientas profesionales, ya que tenía un título universitario en filosofía y letras y yo no era, ni filósofo ni literato.
Stanley Applegate era entonces el Agregado Cultural de la Embajada Americana, de quien me hice muy amigo pues era una persona muy sensible a la problemática social y también nos cooperó logística y financieramente en varios proyectos del Instituto Mayor Campesino. Un día de desconsuelo, hablando con él, le comenté la encrucijada en que me encontraba, el conflicto vivencial con el que luchaba. “Silvio -me dijo- no te preocupes, tómate tu tiempo” y abriendo un cajón de su escritorio continuó: “yo te puedo asignar una beca para que estudies lo que desees en cualquier parte del mundo”.
Stanley, también contigo estoy muy agradecido porque me enseñaste que en los momentos adversos hay que buscarle, en forma creativa, la comba al palo y además, porque me brindaste la oportunidad de empezar a conocer otros mundos. Indagué entonces alternativas de Magister y al final me decidí por Economía Agrícola que me serviría, tanto si continuaba en la orden religiosa o si me retiraba de ella. Ilusionado me embarqué entonces para la Universidad de Wisconsin, en donde inicié un proceso de inmersión en un mundo extraño y arisco, lo cual rápidamente inclinó la balanza para que me retirara de la Compañía de Jesús.
Un cúmulo de situaciones diversas me plantearon la oportunidad de cambiar radicalmente de imaginario, lo cual hice de forma apacible.
Viaje lento en un tobogán.
Imagínense el reto para un joven que había nacido en un pueblo rural, en los años cuarenta del siglo pasado y luego se había enclaustrado por 15 años en una vida monástica, aterrizar de repente en un país extraño, vivir solo en una universidad catalogada como revolucionaria en los años 70 y sin apoyo institucional religioso.
Aunque mi vida ha sido relativamente tranquila, sin altibajos bruscos, mientras adelantaba los estudios del Magister sentía que iba en un tobogán lento, a campo traviesa, abrumado por un mundo desarrollado, multicultural, multirracial y con comportamientos extraños y bajaba pausadamente de una nube celestial cuestionando costumbres, creencias, mitos y ritos que me habían acompañado por décadas, e iba dejando atrás, a la vera del camino.
Desde que estaba en la Compañía de Jesús ya venía con interrogantes internos no resueltos, como la injusticia irracional de la existencia de un infierno y pensaba apesadumbrado en Judas Iscariote que en más de 1.900 años no había saldado la cuenta de una trasgresión de la cual recibió 30 denarios y de la que seguiría pagando eternamente. Asimismo, el libre albedrío me parecía, un juego de dados cargados en el que cara gana dios y sello pierden los humanos y para terminar la aversión de oír en confesión, actividad que no encuadra con mi personalidad, y a la que me resistía a ejercer, si hubiera sido ordenado como sacerdote.
Mis primeras relaciones sexuales no fueron fruto del amor, ni de la pasión, ni del deseo de tener hijos; fueron el producto de una amistad tranquila, placentera y continua, amistad que después de décadas perdura y con ella y su esposo aún hoy en día tomamos vacaciones juntos, con mi esposa. Esa primera relación derrumbó, como un castillo de naipes, la sórdida, impúdica y escabrosa conceptualización que tenía sobre la sexualidad. De igual manera, hace 55 años empecé una relación con un amigo y tanto él como dos de mis hermanas pronto manifestaron abiertamente su homosexualidad. Cómo se desinflan automáticamente las preconcepciones atávicas e irracionales cuando situaciones como éstas se conviven con un amigo leal y con hermanas de la misma sangre y cuando el cariño profundo e inquisitivo descubre injusticias divinamente justificadas.
Ahora me encuentro en un llanito en el cual la inmensa mayoría de las creencias y ritos de mi pasado monacal como la transformación del pan y del agua en cuerpo y sangre, el bautizo, el pecado, la virgen María etc., etc.… me han dejado o me he ido desprendiendo de ellos sin traumatismos. Soy un hombre con pocas certidumbres, veo que en el proceso evolutivo de humanización que vivimos podemos decidir respetarnos más individual y colectivamente y alcanzar una mayor equidad social. Me imagino que no existe la reencarnación, ni tampoco otra vida y que la mía culminará felizmente con la muerte. He sido una persona privilegiada en todos los escenarios en que he trasegado y añoro poder planear mi muerte sin tristezas, sin dolores ni demoras y con una ceremonia de agradecimiento, en donde pueda expresar mi gratitud sincera al entorno, a mis amigos y a mi familia.
Mi vida laboral, en una multinacional norteamericana, me llevó a vivir en cuatro países y a atender profesionalmente las oficinas de ocho países de habla hispana y portuguesa, en Europa y en América Latina a donde viajé continuamente. Y como complemento, siendo un caminante-lector curioso he visitado y leído sobre las costumbres, creencias, comportamientos sociales y económicos de los 42 países por los que he peregrinado. Como consecuencia, a los casi ochenta años de caminar, me queda la fascinación y la seducción ocasionadas por los diversos, heterogéneos y complejos imaginarios del espléndido caleidoscopio humano.
Silvio Zuluaga
Abril, 2023
5 Comentarios
Silvio: La narración sincera y sencilla de tu vida más que una confesión es una revelación. Gracias por compartrila. Saludos. Hernando
Definitivamente, el ser humano es un “ser en búsqueda permanente”. Y cada cual procura ser consecuente con lo que va hallando. Tu vida, Silvio, es un maravilloso ejemplo de este trasegar humano por la tierra (¿o por el universo?). Me alegro por ti y les agradezco a todos los que en tus casi 80 años han contribuido, en una u otra forma, en el logro de tu realización personal, familiar y profesional.
Esa es la vida. Eso es vivir.
Silvio, gracias por compartir esas diferentes figuras de tu caleidoscópica existencia vivida al ritmo de tu propio tambor.
Silvio, tus reflexiones acerca de los misterios de la religión, de la vida en la Compañía y ese choque cultural al aterrizar en el mundo desprovisto de herramientas para la adaptación a una cultura nueva, la compartimos, creo yo, por todos los que fuimos tus compañeros en esos maravillososo años. Podríamos establecer un paralelo entre todos y pienso que en un 80% hubiéramos vivido las mismas o parecidas experiencias. Ahora nos encontramos de nuevo y vivimos otra etapa de amistad duradera iniciada en esos años lejanos.
Silvio tu confesión de vida me recordó una anécdota: Un excelente jefe que tuve en Ecopetrol, a quien le aprendí mucho y ahora es un buen amigo. El día que se murió su mamá, fui a acompañarlo en el funeral y me salió con esta frase: “Goyo, como sabes yo no creo ni en el rejo de las campanas. Pero si llega a haber algo allá arriba, yo digo que soy amigo tuyo”. Tú, Silvio puedes hacer lo mismo. Éxitos.