En una sesión de zoom, un compañero del Liceo Francés de Bogotá nos compartió sus aprendizajes como persona y empresario. Entonces, no dudé en sugerir a compañeros de este grupo de exjesuitas que recogiéramos sabidurías acumuladas a través de los años, de nuestra común vida religiosa de hace mucho tiempo, enriquecida por la diversidad de nuestros posteriores rumbos profesionales, familiares y culturales a los largo de más de 50 años. No podía dejar de compartir mi versión personal aquí consignada.
Inicialmente pensé en separar mis aprendizajes personales y profesionales. Al hacerlo encontré que son inseparables, pues el beneficiado era el mismo, solo que a través de experiencias personales y del mundo del trabajo con otros.
Reflexionando sobre el mayor aprendizaje al contabilizar los 16 lugares de residencia (casas o apartamentos) en 12 ciudades diferentes y cinco países de América y Europa, en 13 empresas y dos matrimonios en 77 años de vida, no tengo duda de que he aprendido a adaptarme cada vez más rápido a las nuevas circunstancias de ciudades, países, empresas y personas.
Interiorizar que la vida siempre es un cambio y que todo cambio es y fue positivo me ha permitido estar cada vez más abierto a nuevas aventuras y desafíos ante inesperadas oportunidades que a diario se me han abierto, continúan abriéndose y espero que jamás dejen de abrirse. Paralelamente, asociado talvez con el aprendizaje de la adaptación al cambio y reconociendo que mi esposa sigue siendo mi mayor estímulo y cómplice en este segundo aprendizaje, he estado aprendiendo a desprenderme cada vez más rápido de cosas, personas, lugares, países e inclusive amores. No fue fácil salir de mis colecciones ‒mi biblioteca “supervaliosa”, que aunque impregnada de humedad en la mayoría de ejemplares que solo leí una vez, se resistía a reducirse de un cuarto lleno de estanterías en mi última casa a la pequeña estantería del apartamento en que hoy resido…‒ y de muchas cosas más, como herramientas, objetos, recuerdos, fotografías, etc.
Haber tenido el privilegio de estudiar en un colegio donde mis compañeros provenían de 10 o más países diferentes, estado expuesto como jesuita a múltiples relaciones interpersonales con los estratos sociales más diversos y hecho un posgrado en Comunicaciones interculturales, todo esto me enseñó a comprender, aceptar y respetar las diferencias entre las personas. Llegar en verdad a comprender ‒no a “tolerar”, sino a ponerme en los zapatos, valores y creencias que explican el porqué de muchos comportamientos culturales diferentes en las personas‒, requirió mirarme hacia adentro, cuestionarme y cuestionar todo lo que alguna vez se me presentó o asimilé como aparentemente verdadero. Atreverme a pensar diferente, desde otro ángulo ‒el de mi interlocutor‒ para, siendo muy honesto, seguir evolucionando en el aprendizaje de culturas, personas y valores diferentes de los míos tradicionales. Al romper mis paradigmas, con el “¿por qué se ha hecho así siempre?”, encontré que lo que alguna vez fue verdad, con el correr del tiempo y confrontándolo con otras “verdades”, dejó de serlo y, muchas veces, fue todo lo contrario, pero me quedó el sabor agradable de algo “superado” y aprendido.
Aprendí también durante las experiencias profesionales que si no se viven con pasión , vistiendo “la camiseta de la empresa”, se convierten en “trabajo”, con la connotación negativa (y etimológica) de “sufrimiento”. Al apasionarse por las causas y las personas de mis grupos y empresas de trabajo, siempre descubrí una ilusión diaria y algún aprendizaje permanente al iniciar mis jornadas o al concluirlas. Fueron una permanente diversión al aprender y entregar sin darme cuenta y al construir siempre en equipo esfuerzos colectivos para crecimiento y proyección hacia otros…
En ese mismo ambiente laboral y como resultado de mi experiencia con dinámicas de grupos con jóvenes en mis años de jesuita, fui aprendiendo que quien primero escucha de verdad, concentrado realmente en escuchar, y no en estarse preparando para responder, siempre tiene la oportunidad de acercarse al otro (adaptarse al otro), antes de responder o durante la respuesta, lo que ayuda a mejorar la comunicación y conseguir resultados en un diálogo o en una venta de ideas o de productos. (Entender la necesidad de su cliente…, dicen hoy en marketing tradicional).
A nivel personal durante mi vida profesional aprendí que el deporte diario como disciplina matutina era insustituible preparación mental y física para planeación del trabajo, inyección de competitividad y energía, y salud permanente que ayudara a llevar con éxito las inevitables tensiones de responsabilidades con muchas personas. Además, aprendí en mi vida profesional a no dejar nada para mañana, a realizar cualquier tarea o pendiente inmediatamente o tan pronto fuera posible. Mi lista del “Qué hacer hoy” siempre encabezó la agenda de mis días y calendarios laborales y pocas veces dejó pendientes para el día siguiente… El sueño tranquilo fue mi regalo de eficiencia.
Personal y profesionalmente, la vida me fue demostrando que debería alejarme de cualquier tipo de fanatismo o extremismo político, religioso, empresarial, nacionalista, etc. Fui entendiendo que los fanáticos casi siempre “saltaban” de un extremo a otro; por ejemplo, de la drogadicción al fanatismo religioso o del extremismo político ideológico a la violencia física o verbal, etc. Aprendí a respetar sus movimientos pendulares y a observarlos sin intervenir en amigos, colegas, compañeros y hasta familia.
En la vida familiar, muy probablemente a través de experiencias propias y ajenas compartidas conmigo, muy pronto aprendí que ¡en el matrimonio y en la familia TODO es nuestro! Y ojala desde el comienzo… y, sobre todo, el dinero o los recursos financieros. La diversidad de responsabilidades de padres e hijos pienso que no le da prioridad en trato o privilegios (que muchas veces vienen de nuestras familias) a unos o a otros. Las responsabilidades son de los dos, o los cuatro, o cuantos sean los miembros de una familia y todas compartidas….(inclusive las tradicionales de quehaceres domésticos).
De la misma manera, el futuro y los caminos de cada uno de los miembros de familia, (padre, madre o cada hijo) aprendí que, con el apoyo posible de todos en la familia, debe ser respetado, apreciado y los caminos que escojan, sean resultado de sus propios hallazgos, sus propios caminos y no los sueños que los padres hayamos tenido para sus futuros. El aprendizaje aquí es mayor y creo más profundo cuando, por ejemplo, las preferencias sexuales de los hijos son diferentes de las tradicionales y “aceptables” por la sociedad y los “principios” en que fuimos educados. Todos estos principios caen como castillo de naipes ante el amor de padre y de madre que solo quiere la felicidad de sus hijos y respeta y adhiere emocionalmente a sus caminos y preferencias.
En la vida profesional aprendí que debía trabajar primordialmente con un jefe que permitiera ser su socio en la responsabilidad empresarial y con quien pudiera tener una relación personal de admiración y respeto mutuo con total apertura. La continua realimentación (feedback) o el aprendizaje desde toda experiencia, abierto y permanente, de éxitos y de fracasos, es la única forma válida de aprender y crecer. Solo que muchas veces el feedback personal con ánimo constructivo siempre debería ser ofrecido uno a uno, mientras que el colectivo debe integrar las fortalezas y las áreas para crecer, jamás llamadas “debilidades”.
Aprendí también que en el mundo corporativo de todo tipo de empresas te encuentras con personas que, por el ego o el dinero o el poder, no tienen inconveniente en “pararse encima de los demás” para ser reconocidos y apreciados. Tarde o temprano todos tuvieron que bajarse de sus pedestales sobre los otros y ser medidos en su propio valor. Aprendí también que detrás de todo líder autoritario se esconde un ser profundamente inseguro y solitario que anhela encontrar alguien en quien confiar y no ser defraudado. Tuve el privilegio de vivir esa experiencia múltiples veces en mi carrera. En la selección de talento para las empresas aprendí a hacerle caso a la intuición, fruto de experiencias múltiples y comprobadas. Claro está, reforzándola con objetividad y genuino interés en hacer equipos de trabajo. De la misma manera creo haber llegado a la conclusión de que en la “despedida” de las personas, el “guante blanco” o el mejor de los tratos es la mejor inversión en la reputación de las empresas y que cualquier esfuerzo que se haga en este aspecto es una inversión en el prestigio y el futuro de las mismas para seguir atrayendo talento de calidad.
Tres últimos aprendizajes, a manera de conclusión, en esta lista desordenada de lecciones de la vida. Mi vida profesional siempre giró alrededor del manejo de grupos de personas, tanto en mi vida de jesuita, como en mi vida profesional. Tres aprendizajes simples pero muy profundos para mí:
1. Muy joven aprendí de la lectura de El libro rojo de Mao Zedong, que la persona más importante de un grupo de gobierno, no es quien lo preside o “presidente”, sino quien hace las actas, las conclusiones, la síntesis, “el secretario”.Con su criterio y su habilidad de dejar por escrito lo anterior, dependerán muchas cosas después de concluir la reunión. Aprendí siempre a ser voluntario para hacer ese papel o lo busqué en muchas juntas de gobierno y lo comprobé muchísimas veces….
2. Facilitar la conversación, integrar al grupo, sentir las mociones muchas veces expresadas en comportamientos no verbales, en fin, estar atento a resumir, mantenerse en el foco del tema y saber cerrar, aprendí que es un arte que solo se aprende revisando continua y posteriormente a cada reunión y repitiendo los éxitos y evitando lo que no haya funcionado.
3. La llave de la eficiencia en la vida se llama “puntualidad”. No solo a nivel personal es excelente; a nivel profesional es la clave de lo que llamo “éxito en la vida profesional” .
Muchas gracias a quienes me enseñaron directa o indirectamente todos estos valores que hoy comparto con mis amigos.
Dario Gamboa
Julio, 2022
3 Comentarios
Darío: he leído tus lecciones, que son múltiples, variadas y muy valiosas. Darían para escribir varios libros, especialmente manuales para orientar el comportamiento personal y empresarial. Gracias.
Dario, excelentes reflexiones basadas en los aprendizajes de una vida rica y multifacetica. Habiendo trabajado con Ud., atesto sobre su enorme capacidad humana y de liderazgo. Es un honor continuar aprendiendo de Ud. Gracias.
Mi querido amigo Darío,
He leído detenidamente tus lecciones de vida y lo primero que quiero compartir es que me parecen una escultura lingüística, cuidadosamente tallada con el cincel de tu experiencia, tu inteligencia y tu enrome sensibilidad humanista. Cada palabra, cada signo de puntuación están ahí por algo, habilitan y delinean todos esos compartimientos que identificaste con tanta precisión, pareciera que te estoy escuchando en persona.
En segundo lugar, me parece un ejercicio por demás honesto y valiente esto de reflexionar acerca de uno mismo en público. Tu formación jesuita indudablemente te obliga a ser ejemplo, a practicar lo que predicas. A lo largo del texto, pude ver con claridad tantos ejemplos que demuestran tu congruencia entre el pensar, el decir y el hacer. Obviamente el capítulo que dedicas al mundo corporativo tuvo enorme resonancia y más de una vez me sorprendí a mí mismo sonriendo y hasta riendo al mirar en la distancia las batallas que librabas, armado hasta los dientes de principios y valores, y que hoy destilas de forma magnánima en aprendizaje.
Para cerrar este primer intercambio, hay algo que tú me enseñaste y que al día de hoy aquilato diariamente: tu jovialidad. Esa mirada refrescante, esa sonrisa cálida, esa hidalguía para simplemente estar ahí, de pie o sentado.
Yo pienso que de ahí de donde abrevaste estas lecciones de vida hay más, mucho más que puedes compartir con todos los que te seguimos, te respetamos y te queremos como maestro de vida.
Muchas gracias por compartir tus aprendizajes de vida, mi amigo. Ojalá y que la mata siga dando!
Un abrazo