Como dicen que decía Heráclito*, “no hay nada permanente, excepto el cambio” o, dicho de otra manera, “lo único constante es el cambio…”. Pero, ¿cómo enfrentamos ese cambio, que es permanente?
A medida que se acerca el fin del año 2022 y se aproxima la primera semana del año que hoy comienza, muchos de nosotros tomamos estos días de tranquilidad y descanso para reflexionar sobre el año que termina, hacer un balance de los éxitos alcanzados, las alegrías personales, de la familia y/o de su círculo de amistades y, de alguna manera ‒consciente o inconscientemente‒, trazarnos objetivos y metas que quisiéramos alcanzar el año que empieza, en todos los aspectos de nuestras vidas.
Reflexionando un poco sobre este fin de año, este balance me ha inspirado a compartir con mis lectores algunos simples pensamientos sobre el tema y varios aprendizajes de 2022 sobre el tema del cambio y cómo conseguirlo, que me han impactado.
Pero no tema, estimado lector. No voy a referirme al asunto del “cambio político” que pregonan unos y cuyos opositores se empeñan en negarlo a nivel del país, sino del cambio o los “cambios personales” que son mucho más difíciles de aceptar y de entender cuándo se han hecho contra nuestra voluntad y muchísimo más difícil cuando a pesar de los buenos propósitos que alguna vez tuvimos, no hemos conseguido hacerlos realidad nosotros mismos y no tenemos a nadie más para culpar de su fracaso.
Todos, en algunas etapas de nuestras vidas, hemos tenido una variedad de experiencias de “final de temporada”, de balance, de hacer cuentas, bien sea en los famosos “retiros espirituales” de los colegios o en los “ejercicios espirituales” de las vidas religiosas, las “evaluaciones de desempeño” en nuestras vidas profesionales, los “balances financieros” de las empresas, las “sesiones de realimentación” de nuestros superiores, las “revisiones de la vida” luego de experiencias impactantes, los traslados a otro país, los triunfos, las enfermedades, las pérdidas familiares, los nuevos desafíos personales, familiares y profesionales. En mi familia tenemos como tradición hacer, en una reunión especial con los hijos, un balance de los hechos positivos del año y de las áreas que deberíamos mejorar en el año que comienza.
Muchísimas veces, desde que éramos jóvenes hasta la edad que tengamos, nos prometimos algo, lo escribimos para hacerlo más firme, se lo prometimos a nuestra familia, a nuestro jefe y a nosotros mismos, y hasta firmamos compromisos financieros para “amarrar” esas promesas y “castigarnos” si no las cumplíamos, para encontrarnos en la mayoría de los casos con que esos “propósitos” para mejorar algo, para eliminar lo que juzgábamos que no estaba bien, para transformar alguna costumbre que sabíamos que nos estaba perjudicando se quedaron en escritos y propuestas y nunca se hicieron realidad.
¿Por qué? ¿Cuál es la razón para que siempre se repitan ciertas situaciones en mi vida en cualquier área de ella y casi siempre no consiga que esos propósitos sinceros y claros para eliminar un problema, para darle una nueva dirección a mi vida en tal o cual circunstancia, no lleguen a ser realidad a pesar de lo claro que lo veamos?
Este año que termina creo que entendí el por qué esos intentos fallidos de “crear una realidad” diferente en mi vida con algunos de esos propósitos que hice tantas veces para “cambiar” algo que “sabía” claramente de qué se trataba, terminaron poco tiempo después, en algún lugar del olvido o en el abandono de la lista de propósitos.
Este año comprendí que no debo asimilar pasivamente los cambios externos que me impactaron en la vida ‒como la inflación en el mundo, la guerra, los cambios políticos de mi país, los del país donde vivo, el cambio climático, los cambios en mi familia‒, sino también los cambios que vienen con mi edad y la de quienes me rodean. Comprendí e interioricé con una profundidad diferente que puedo y debo ser el “creador de mi nueva realidad”, no solo en las revisiones de fin de año, sino todos los días de la vida que tenga por delante.
Comprendí y “sentí con emoción” que debo ser el revisor para darme realimentación con honestidad sobre lo pasado; comprendí que puedo ser el dueño y promotor, la autoridad y quien le da la visión y los objetivos a mi propia vida, quien identifica claramente lo que no quiero más en mi vida en las diferentes áreas de mi relación con el universo y quien interioriza con emoción y visualiza en su interior lo que quisiera vivir en la plenitud de la existencia en lo referente a la salud, al conocimiento, a la relación con mi familia, con quienes me rodean, los bienes materiales y el universo en el que tengo el privilegio de existir.
He encontrado que debo concentrarme más en “a dónde quiero llegar” en cada uno de los aspectos de mi vida y no tanto en el “cómo llegar” a lograrlo. He descubierto que si no hago nada, como muchas veces ha pasado, la inercia de mi ego que me jalona hacia mis debilidades puede triunfar sobre lo que realmente quisiera construir con mis fortalezas.
Al interiorizar y revisar diariamente al final del día, con emoción, con sinceridad, con alegría y visualizar lo más concretamente posible hacia dónde quisiera concentrar mis energías conscientes e inconscientes, soñar despierto, semidormido, e imaginar y sentir esa realidad que estoy tratando de construir cada día, lo más concretamente posible, comienzo a descubrir que puedo ser artífice y creador de nuevas realidades para mí y para quienes me rodean. Poco a poco, los “cómo” de mis aspiraciones emocionales han ido apareciendo en comportamientos espontáneos que antes era difícil ejecutar y que hoy “inconscientemente” me surgen casi de manera natural.
¿Qué pasaba antes y qué sucede ahora? ¿Por qué es diferente? ¡La respuesta es muy simple! Antes, algunos de mis propósitos eran resultado de mi racionalidad, de mi lógica, de la comparación fría de números o a veces de comportamientos externos que analizaba el lado racional de mi cerebro y, lógicamente, se ponían en una lista de acciones que deberían tener como resultado un cambio. ¿Que aconteció entonces?
Simplemente redescubrí en algunas sesiones con algunos de mis compañeros y la iluminación inesperada de un guía, que hay que pasar al terreno de la emoción y el sentimiento, al lado emocional de nuestro cerebro, aquel que se conecta con nuestro más profundo inconsciente, con nuestros “casi sueños-despiertos”, para estar envuelto en este proceso de crear una nueva realidad para mí y para quienes me rodean.
Volví a encontrar sentido a una práctica jesuítica de inmenso valor en la vida y creo que la base de la formación de los miembros de esa comunidad, para la cual su fundador, hace casi 475 años, les recomendaba al final del día. En el “examen de conciencia” diario y la preparación para la oración del día siguiente, les instruía San Ignacio a “ponerse en la presencia interna de Dios”, revisar lo que había sido positivo y lo que debería mejorarse al día siguiente y trasladarse en su mente y en su corazón a lo que llamaba la “composición de lugar”, para imaginar, oler, sentir, conectar el corazón con el tema, las personas, los cuadros memorables en su mente para su oración del día siguiente, interiorizar los sentimientos y abandonar en el inconsciente y en el sueño lo que al día siguiente sería el contexto de su meditación/oración. Todo lo anterior, no tengo la menor duda, ha sido el motor de la pasión con la que quería Ignacio de Loyola formar a sus seguidores y conectarlos con la realidad del mundo.
Probablemente esto ya lo haya vivido mucha gente, quizás este es el secreto oculto de la vida interior de muchas filosofías y religiones orientales, tan influyentes en estos años en todo tipo de personas de todos los niveles y profesiones del mundo occidental.
Reencontrar la fuerza del interior que cada uno tiene en la creación de una nueva realidad para su vida y la de quienes nos rodean ha sido un gran aprendizaje que el universo me ha regalado este año. No importa la edad que tengamos, no importa la situación de salud en que nos encontremos ni importan las circunstancias que nos rodeen.
Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de no seguir siendo “víctima” de los cambios que suceden a nuestro alrededor cada día y sí tornarse “creador” de la propia realidad desde su interior, desde su emoción de vivir, desde su sentir con su familia, sus amigos, su trabajo, su país, su universo.
¡Feliz año nuevo y feliz vida nueva!
Darío Gamboa
Enero, 2023
* De la producción intelectual de Heráclito apenas quedaron algunos fragmentos que fueron recuperados de textos de diversos autores antiguos, especialmente griegos. Las referencias al cambio aparecen en los fragmentos 49a (“En los mismos ríos ingresamos y no ingresamos, estamos y no estamos”) y 91 (“No es posible ingresar dos veces en el mismo río, ni tocar dos veces una misma sustancia mortal en el mismo estado, sino que por la vivacidad y rapidez de su cambio se esparce y de nuevo se recoge; antes bien, ni de nuevo ni sucesivamente, sino que al mismo tiempo se compone y se disuelve, y viene y se va”.
Citas tomadas de Rodolfo Mondolfo (1966), Heráclito. Textos y problemas de su interpretación. México: Siglo XXI Editores, p. 36 y 41. La afirmación de que no hay nada permanente, excepto el cambio, es una extrapolación de lo que afirmó Heráclito (c. 540 – c.480 a. d. C.). Nota del editor.
8 Comentarios
Dario, tu sentida y personalisima reflexi◙n es ya de por si el cambio que comienza a ser tu nueva realidad. Gracias por compartirla. Estoy seguro que más de uno de nosotros puede aplicarse tus aprendizajes e incorporarlos a la dinamica de las metas que nos vamos a proponer para este año. Que en el correr del mismo podamos hacer los “altos” necesarios para hacer la evaluacion necesaria de que seguimos en la ruta trazada y no hemos abandonado las metas propuestas. Que este sea el año de las transformaciones personales que han de impactar nuestro entorno, las personas con quienes nos acompañan en este peregrinaje y por ende a la historia que construimos. Nos deseamos todos un Año espectacular de logros y metas alcanzadas.
Gracias Reynaldo por tu reflexión y tus permanentes aportes que estimulan la creación. Abrazo de año nuevo!
Darío: realmente combinas la sabiduría de Heráclito al definir la cambiante realidad, con los propósitos de mejoramiento y cambio,, y con la práctica Ignaciana de la autoevaluación permanente, que es un rasgo fundamental que quedó impreso en la mente y el comportamiento de quienes pasamos por la Compañía. Maravillosa síntesis que concluye en la posibilidad de manejar la realidad y maniobrar consciente y permanentemente para superar los obstáculos externos que nos limitan y posiblemente crear “nuevas realidades”, a partir del dinamismo de nuestro interior. Gracias por estas reflexiones de comienzo de año, que nos llegan maravillosamente en situaciones ambiguas y provocadoras, como las que estamos viviendo. Un cordial saludo Y UN FELIZ AÑO NUEVO en compañía de Pilar y todos los tuyos. Hernando
Gracias Hernando por tus comentarios que estimulan. Un feliz año para ti y tu familia..
Dario: muy importante entender el cambio y saberlo manejar. Los cambios como tu bien dicen debemos asimilarlos y manejarlos razonablemente.
👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏
Gracias Gabriel! Eres un ejemplo grande de cómo adaptarse al cambio. Feliz año y espero verte pronto.
Gracias, Darío, por tus reflexiones tan profundas. Al comenzar ayer el nuevo año, le envié un whatsapp a un amigo: “Ufff, llegamos al 23!!!” Y le añadía: “Mirémoslo con optimismo para que podamos disfrutar cada minuto de los que nos queda”.
En este nuevo año no deseo permitir que la avalancha de noticias negras (falsas o no) destrocen o malgasten ninguno de mis minutos. Deseo vivir la vida a plenitud, en cada momento, tal como soy y con todo lo que venga, disfrutando cada instante como parte integral que soy de la energía vital del universo.
Feliz Año, Darío, para ti y tu familia.
Gracias amigo especial por tus comentarios. Comparto tu actitud como muchas veces lo siento… Es un privilegio contar con amigos como tu. Abrazo gigante!