La democracia corre muchos peligros en el mundo actual, a los que se añade el uso desmedido del lenguaje ofensivo y calumniador contra las personas que invade las comunicaciones, en particular cuando se trata del debate político.
Desde muy antiguo los romanos emplearon la expresión ad hominem para referirse a quien, no teniendo argumentos que contraponer al adversario, acudía a los ataques y a los insultos contra la persona misma, no contra sus tesis. En nuestros días es una práctica común que celebran la galería y los espectadores de la plaza pública. Y por supuesto la refuerzan las redes sociales que divulgan a velocidades inauditas los vituperios que encienden más la polarización.
Son incontables los ciudadanos, comentaristas y columnistas de prensa que se han quejado y criticado el lenguaje en el que prevalecen el odio y los ultrajes verbales en las campañas electorales para corporaciones públicas y presidencia de la república. El discurso ad hominem o contra la persona lo utilizó Demóstenes en las Filípicas sin estar aún consagrado el término. No siempre ha sido un ataque injustificado cuando se ha basado en argumentos. Se podría decir que las Catilinarias, las diatribas que Cicerón pronunció contra Catilina, el jefe de la conjura para dar un golpe de estado a las instituciones romanas, son uno de los ejemplos más conocido que nos ha legado la antigüedad clásica. La famosa frase : “¿hasta cuándo, Catilina, abusarás de tu nuestra paciencia?”, que empleó Cicerón en la primera de sus oraciones contra el conspirador, es recordada todavía por muchos de los que estudiamos el bachillerato clásico. En la actualidad ignoro si hay algún rastro de esa historia en la memoria de los jóvenes.
En los discursos de Cicerón contra Catilina nada puede tacharse de difamación gratuita ni del empleo vulgar del lenguaje. Son razonamientos fundados en pruebas aunque fueron una arremetida contra una persona peligrosa. El diccionario panhispánico de la Academia de la Lengua explica que con los insultos ad hominem se intenta desacreditar al adversario haciendo hincapié en un rasgo o característica de la persona en razón de su origen social, raza, educación, su pasado moral, sin demostrarse lo que debería ser con razones en un discurso. En tiempos de la dictadura de Rojas Pinilla fueron famosos los discursos del ex presidente Alberto Lleras Camargo contra el General Rojas en los que brillaron el razonamiento y la elegancia de la retórica política, sin haber recurrido a expresiones degradantes contra el dictador, ni siquiera en los discursos que pronunció después de la caída del general Rojas, cuando se daban múltiples motivos para asediarlo con agravios que otros hubieran utilizado como sucede con tanta facilidad ahora.
La democracia corre muchos peligros en el mundo actual, a los que se añade el uso desmedido del lenguaje ofensivo y calumniador contra las personas que invade las comunicaciones, en particular cuando se trata del debate político. Se han envilecido mucho los espacios democráticos que deberían ser un escenario de civilidad y pedagogía ciudadanas. Tenemos derecho a pedir que todos los involucrados, individuos y partidos, en la competencia por el poder se pongan de acuerdo en bajarles el tono a las pasiones y elevar más alto el razonamiento.
Publicado en El Heraldo (Barranquilla)
Mayo, 2022
4 Comentarios
Totalmente de acuerdo con su escrito. En el medio que me muevo peleo mucho por eso. Nos creemos con la verdad revelada y que nuestro argumento es el verdadero. Tratamos al contrario con epítetos bajos y grotescos que me incomodan y rechazo. Y por eso me tratan que soy de ellos. Ojalá lograremos interpretar y tener ese nivel de que usted comenta.
Y lo que falta todavía, porque la gente sigue el mal ejemplo de los líderes políticos y lo difunde en sus comunicaciones con los demás,
Excelente aclaración y en el momento apropiado, Ya decía yo que Chucho venía de Cicero. Lo que veo en política es que, para muchos, el fin (conseguir los votos y ser elegido en este caso) justifica los medios, aunque toque acabar con la honra y futuro de una persona. La verdad no cuenta. Solo el resultado. Qué vaina a la encrucijada a la que estamos llegando, a una tercera elección sin personas con la altura que amerita el cargo. Qué bueno serían los discursos ad hominem, pero para exaltar cualidades.
Qué bueno por volver la vista a nuestros maestros como Cicerón, Humberto. La verdad no cuenta, qué triste decirlo en medio de esta contienda electoral.